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Inercias

En mi colaboración anterior hablé un poco de algunas potencialidades políticas que de pronto se dejan ver a través de algunas acciones sociales, aparentemente espontáneas y desarticuladas pero que ponen en evidencia la falta de interés y desprecio que el sistema y la clase del poder tienen respecto de cuestiones que afectan la vida de la mayoría de las personas que habitamos esta geografía llamada México y Jalisco.

Hoy voy a referirme a su contrario, a las inercias o fortalezas del sistema que también a diario podemos observar en el hacer político social tradicional y que operan como diques o barricadas contra el cambio. Las más evidentes en estos días son las que se refieren a los procesos electorales, a los partidos políticos, a los candidatos, a las alianzas, etcétera.

Se podría decir a simple vista que lo primero que sigue sorprendiendo es que, a pesar del desprestigio de los partidos, de los procesos electorales y de la clase política, sea a ellos a quienes se destinen cantidades exorbitantes de dinero. Ya se ha dicho y documentado que los procesos electorales y los votos en México son de los más caros del mundo. Es mucho dinero el que se invierte y muy pocos votos los que logran recaudar.

Sin embargo, en un análisis más detenido no es nada sorprendente que a ello se destinen millonadas. En realidad, las elecciones y el sistema de partidos son pieza clave del sistema de dominación. Es el mecanismo a través del cual el sistema se reproduce periódicamente. Y, por tanto, desde su lógica, está plenamente justificado destinar las cantidades que ellos consideren necesarias. Y por ellos no digo solamente el INE, sino el sistema político todo.

En este sentido no importa cuántos votos logren capturar. Los que sean son suficientes según la lógica de la democracia liberal para autojustificarse. Como muestra de que la dominación política sigue funcionando hay que lograr, sin importar los medios, que un día vayan personas a votar. Como dije, no importan tanto cuántos. Y menos cuando en México no han querido instituir la segunda vuelta electoral, cuando quien dice haber ganado no alcanza determinado porcentaje de votos. Claro que eso sería contraproducente para quienes nos quejamos de los procesos electorales y de sus costos.

Desde hace tiempo que se ha documentado que la llamada transición política convirtió a los partidos políticos, a los procesos electorales y al INE en excepcionales agencias de colocaciones. Los políticos profesionales, es decir, quienes viven de ello, no participan por cuestiones ideológicas o de principios políticos. Lo hacen a partir de cálculos económicos y de poder. Si conviene económicamente se está en un partido, si no simplemente se cambia todas las veces necesarias.

Pero la derrama económica alcanza también para otras piezas importantes de la dominación. En este sitio se encuentran los medios de comunicación, quienes se llevan buena parte de las ganancias constatando su vocación empresarial y de negocio. Y claro, sin dejar su pretensión de considerarse otro poder o de ser ellos quienes dictan la agenda pública. Y dentro de este mismo rubro ubicamos a los periodistas que se prestan o que cobran por entrar al juego de la simulación de la democracia electoral. Aquellos que hacen política en favor o en contra de un partido o de un candidato, sin asumir su militancia partidaria.

Pero estas inercias también están presentes en otras instancias, como en las universidades, donde académicos se prestan, unos cobrando y otro no, para elaborar propuestas a los candidatos. Llama la atención que a estas alturas algunos sigan considerando como algo importante reunirse con los candidatos, como si en alguna ocasión algún gobernante o representante popular, como les dicen, hubiera tomado en cuenta sus ideas ya instalados en el poder.

Hay más, pero creo que estos ejemplos son suficientes para sustentar la idea de lo mucho que queda por desmontar de este sistema, inercias que se mantienen pero que, afortunadamente, más allá del espectáculo electoral, van perdiendo fuerza para contener los cambios políticos en la sociedad de abajo.

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FV/I