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¿El barco ya se está hundiendo?

Hace algunos años que lo sabemos, pero entretenidos por la sociedad del espectáculo y a pesar de las evidencias, nos resulta difícil asumir que ya estamos viviendo y sufriendo los estragos del colapso climático, considerado como la mayor demostración de la crisis civilizatoria a la que nos ha traído este sistema depredador. Atrapados por la fe en la tecnología, seguimos pensando que, así como el abuso de ella nos ha colocado en esta situación, ésta misma nos sacará del pozo.

En alguna ocasión el microbiólogo René J. Dubos afirmó, acertadamente, que “tendencia no es destino”. Y justo por ello es importante insistir en que, mientras los que gobiernan y administran los procesos de exterminio social y ambiental no solo niegan, sino que no se hacen cargo de las nocividades que producen y la destrucción que provocan, a contra pelo de esta tendencia se encuentran quienes ya no aceptan que sean otros quienes definan su destino, sean de derecha, izquierda o progresistas, pero con similares políticas desarrollistas, necropolíticas o de guerra. Hay quienes ya no quieren que sean otros quienes decidan si viven o mueren y, por tanto, dentro de sus posibilidades y con muchas limitaciones, empiezan a hacerse cargo de sus destinos.

Así, de cara a esta crisis civilizatoria o proceso de destrucción de todas las formas de vida, se observa una diversidad de protestas sociales o formas de hacer política con otros horizontes. De manera particular puedo destacar el protagonismo político de cuatro sujetos sociales colectivos y heterogéneos en sí mismos: 1) los pueblos originarios con sus diferentes cosmovisiones y racionalidades, 2) las mujeres, los diferentes feminismos antipatriarcales y las diversidades sexuales, 3) las mujeres y hombres, familiares todos, que buscan a sus desaparecidos (sus tesoros) y, 4) quienes vigilan y defienden sus territorios y bienes naturales comunes y que muchos de ellos niegan ser ecologistas o ambientalistas.

Son estos cuatro sujetos colectivos los que han alcanzado mayor significado o radicalidad en las luchas contra el capitalismo y sus procesos de acumulación por despojo y guerra. Es en este tipo de luchas donde, creo, se concentra el antagonismo social y por ello son fuente de creatividad y potencialidades políticas y por lo mismo son ellos los que están siendo blanco de las acciones represivas y de guerra tanto del Estado como de los cárteles de narcotraficantes.

De estos cuatro sujetos colectivos, considero que en los pueblos originarios tenemos una importante reserva cultural. No pretendo deificarlos, pero sí reconocer que ellos, con sus conocimientos, con su ciencia, con sus culturas, con sus estilos de vida otros, llevan más de cinco siglos demostrando que si se puede vivir de forma armónica con la naturaleza.

Desde nuestros entornos urbanos, mirando con atención como han hecho ellos para sobrevivir al sistema, pensando desde la emergencia, desde la incertidumbre, incluso desde la derrota, quizá podríamos encontrar rutas de escape para que el colapso no tenga que ser nuestro destino.

Pensando en ello recordé lo que alguna vez dijo el anarquista Jaime Semprún: “Cuando el barco se hunde, lo importante no es disponer de una teoría correcta de la navegación, sino saber cómo fabricar con rapidez una balsa de troncos. Aprender a cultivar un huerto como recomendó Voltaire, o fabricar pan o construir un molino como desean los neorrurales podría ser más importante que conocer toda la obra de Marx, la de Bakunin o la de cualquier otro”.

La pregunta sería: ¿consideramos que el barco ya se está hundiendo?

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jl/I