INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La sociedad emocional

La desinformación a través de las fake news es una nueva dimensión de cómo se reconfigura y se organiza el poder en esta nueva sociedad.

Hoy la discusión es que la propagación de noticias falsas pone en duda y en crisis la posibilidad de contar con procesos electorales realmente democráticos, en los que las personas participen, deliberen y decidan con base en información.

Hoy las redes sociales no son una herramienta para posibilitar la acción social y el mecanismo para la movilización social. Los gobiernos han tomado control de las plataformas para manipular la información y, a través de éstas, a nosotros los ciudadanos.

Cambridge Analytica, con la recolección y el uso de miles de datos personales en Facebook para fines electorales, evidenció apenas la punta del iceberg del problema al que nos enfrentamos. Una de las formas de controlar qué tipo de información debe llegar a la ciudadanía es la manipulación de las tendencias en redes.

Algunos hashtags aparecen en redes sociales cuando alguna nota incomoda al gobierno. Estos hashtags son creados en oficinas encubiertas donde grupos de 10 o más personas usan varias cuentas para distraer la atención del público. Así, se resaltan los logros de algún gobierno, se ataca algún candidato o se apagan notas negativas con ruido diverso. Hoy, gran parte del contenido que recibimos los ciudadanos está manipulado.

Nuestra flaca humanidad también participa activamente, pues compartimos más aquellas noticias que generan miedo, asco o sorpresa; en cambio, aquéllas que generan felicidad se comparten menos, salvo que los protagonistas de esas notas sean animales o mascotas. De esta manera, los discursos de odio y miedo se replican con mayor velocidad y terminan siendo más vistos y compartidos que los discursos de conciliación y de acuerdos.

Tenemos así una gran población de votantes confundidos, bombardeados por mucha información no verificada y que al final pueden apartarse del ejercicio democrático de emitir su voto libre e informado. O de ciudadanos sumidos ante tal desconcierto de no saber qué es verdad y qué no.

En este escenario, las personas terminan confiando más en la información que les dan conocidos o familiares, corriendo el riesgo de que posiblemente esta información no ha sido analizada ni verificada, pero que sí es compartida y difundida por muchos. Lo delicado de este problema es que las noticias falsas se puedan imponer y modificar el ejercicio electoral libre y plenamente informado.

Por ejemplo, una campaña de odio o de miedo en varias zonas del país, en particular aquéllas dominadas por el crimen organizado, puede afectar las decisiones electorales del ciudadano, quien termina tomando su decisión como una reacción a una información falsa y no producto de la reflexión.

La confrontación y la polarización que produce la difusión de fake news refuerzan imaginarios colectivos sobre la izquierda y la derecha en nuestro país, sobre las coaliciones o estereotipos alrededor de uno u otro candidato.

Los reclamos de Peña Nieto nos dicen que se intenta imponer una nueva cultura política, donde más que gobernar se comunica, más que politizar se mediatiza. Por eso, él habita en un Estado comunicador de su propia percepción, donde conceptualiza como ingrata a la sociedad porque esta sociedad no ve sus logros. Narciso en el espejo, y sin aplaudidores.

El énfasis se está dando sobre todo en las apariencias sin obras, en el discurso sin acciones, en el participar sin escucha ciudadana, en el control del discurso mediático, donde los medios de comunicación dejan de ser narradores críticos de la democracia y se convierten en actores políticos, dejaron de hacer periodismo para dedicarse a viralizar decires, y a pasar lo que dicen las redes, tanto que ahora la noticia es lo que dicen las redes, no la realidad.

Por eso es importante el trabajo de ciudadanos y de instituciones como Verificado 2018, que buscan desenredar las verdades de las mentiras.

[email protected]

JJ/I