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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
El periodo electoral se asemeja a las temporadas navideñas y, paradójicamente, se presta a la elaboración de anuncios apocalípticos. Por un lado, cada candidato hace referencia al desastre que son sus oponentes y la gigantesca amenaza que representa el que lleguen al poder. Por otro, cada contendiente refiere lo inteligente, honesto, preparado, trabajador y maravilloso que es, señalando que va a resolver casi cualquier problema económico o social que tengamos, e inclusive acabando con todas las emociones negativas que nos afecten, hasta con el miedo.
En cuestiones económicas, la defensa de un poder en funciones y la crítica al mismo son extremadamente fáciles. Cualquier indicador, la inflación, el PIB, el empleo, el sector externo, o la situación fiscal, pueden ser leídos e interpretados de distintas maneras. Algunos indicadores pueden evolucionar positivamente, mientras que otros lo hacen en el sentido contrario, de tal modo que podamos escoger los que nos convengan, para defender nuestra postura. Podemos seleccionar un periodo de referencia, de tal manera que, al comparar con un momento en el pasado particularmente bueno o malo, haga aparecer al presente como un balance muy negativo o positivo. Podemos compararnos con el país al que le haya ido peor o mejor, para así ponernos en una posición ventajosa o desventajosa (lo mismo podemos hacer entre estados o municipios). Puede existir una infinidad de opciones para enviar mensajes dirigidos a convencer al público de lo bien o mal que estamos.
Pongamos un ejemplo absurdo. Supongamos que una gran coalición de fuerzas políticas pretende ejercer una acción de desestabilización y contrata a un gran astrólogo, experto en ciencias ocultas, para que presente un terrible aviso: “La próxima alineación planetaria de Júpiter y Urano el próximo 31 de junio (fecha inexistente) provocará una gran devaluación del peso mexicano”. Cualquier lectura razonable consideraría ridícula tal afirmación, pero en medio de una gran turbulencia política y con las emociones de odio y temor, no faltarán quienes decidan resguardarse de tal expectativa devaluatoria, cambiando sus pesos a divisas, metales preciosos o criptomonedas. El efecto inicial podría ser reducido, un deslizamiento de dos o tres centavos en el valor de nuestra moneda. Sin embargo, la continuidad de la “campaña astrológica” facilitaría que más personas, al ver el deslizamiento inicial de la paridad, decidieran protegerse ante la eventual devaluación. Si a ese deslizamiento se le agregan otros centavos más de depreciación, el efecto “bola de nieve” habrá sido exitoso.
¿Cuál era la relación real entre la alineación de los planetas y la paridad del peso? Ninguna. Sin embargo, el juego de intereses económico-políticos habría estado dispuesto a ejercer cualquier acción con tal alcanzar objetivos de desestabilización en la lucha de poder.
El eclipse solar es un extraordinario fenómeno meteorológico, obviamente desligado de mundanas acciones. Nadie lo está usando para capitalizarlo en el juego electoral, pero es común que los discursos políticos, de todos lados, utilicen “argumentos tan profundos” como el del hipotético astrólogo, para incidir significativamente en nuestras posturas político-electorales. Por ello es importante mantener los pies sobre la tierra y examinar cómo estamos funcionando económica, social y ambientalmente (sin juicios absolutos), sobre lo que podemos continuar, cambiar y cuáles son los límites a los que nos enfrentamos. De no hacerlo así, estaremos en un nivel de debate y decisión propio de la edad media.
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jl/I