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Gaza, Irán y California

Más allá de cualquier consideración económica, el genocidio, las intervenciones de Israel en Líbano, Yemen y ahora en Irán, así como las redadas, deportaciones y manifestaciones en los Estados Unidos, particularmente en California, tienen un denominador común: el terror.

¿Puede funcionar la economía mundial en un ambiente así? 

Si entendemos el funcionamiento de la economía en términos de la especulación financiera, de la industria armamentística, del neoimperialismo o de la búsqueda del control de los energéticos, tierras y metales raros, o inclusive del agua, entonces la respuesta es positiva. Sí, la economía puede funcionar, y muy bien, para unas cuantas empresas y faraones de la muerte. 

En cambio, si pensáramos que un buen funcionamiento de la economía pasa por el respeto a condiciones socioambientales, al derecho de vivir en paz (como dijera Víctor Jara), a la búsqueda de equidad y de una distribución justa del ingreso y de la riqueza, entonces la respuesta es evidentemente negativa. Lo que estamos viviendo no puede más que agravar los problemas económicos y socioeconómicos del planeta.

En el medio oriente juegan el poder financiero de Israel y el petrolero de los países del Medio Oriente, en tanto California, si lo consideráramos como un país, sería la séptima mayor economía del planeta, con un PIB 70 por ciento superior al de México. La economía del mundo se está jugando entre masacres, juegos de guerra extremos y persecución de migrantes.

Seguramente casi todos hemos visto películas sobre la Segunda Guerra Mundial… ¿Qué hubiera pasado si nadie hubiese parado el genocidio? La respuesta sería aterradora y, para pararlo, murieron decenas de millones de personas. Sólo la Unión Soviética pago con 20 millones de vidas su triunfo sobre el nazismo. ¿Cómo parar el día de hoy la industria del asesinato masivo? Tal parece que las grandes potencias no lo tienen como un problema significativo.

En cuanto al golpe más cercano a nosotros en términos culturales y geográficos han sido las redadas para cazar inmigrantes y deportarlos. La ceguera racista termina por generar prácticas autodestructivas para la economía norteamericana.

En efecto, los Estados Unidos son –después de la Unión Europea– el principal granero del mundo. Tienen tierras excelentes (al igual que la Unión Europea, Argentina, Canadá o parte de Rusia), grandes tecnologías, al igual que los demás países descritos, pero, además, disponen de una fuerza de trabajo altísimamente calificada en materia agropecuaria y sumamente barata, pues sus calificaciones no se derivan de un sistema escolar, sino de una cultura histórica: los trabajadores mexicanos y centroamericanos. De igual modo, en la industria restaurantera, el cuidado de jardines, la construcción e inclusive en la manufactura y servicios automotrices, el trabajo latino es esencial. Perseguir a trabajadores para deportarlos o hacerlos vivir permanentemente en el horror no hará más grandes a los Estados Unidos. En algunos casos se han detenido las redadas, pero la tensión sigue aumentando.

La respuesta migrante no puede ser igualmente de provocación y violencia, pues esto se utiliza como pretexto para magnificar la represión y la discriminación, pero ello no supone que los migrantes no deban defenderse, sino que su respuesta debe ser estratégica y articulada.

Seguimos en un mundo de incertidumbres y nuestra única certeza es que ésta continuará.

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jl/I