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Habitantes de Hacienda del Progreso frenan el deterioro urbano con acciones comunitarias

Habitantes de Hacienda del Progreso frenan el deterioro urbano con acciones comunitarias

En el fraccionamiento Hacienda del Progreso, (nombre ficticio que se dio al lugar del estudio), en la periferia de la zona metropolitana de Guadalajara, las familias viven en un entorno marcado por pobreza, inseguridad, falta de servicios y abandono. Hay cerca de 85 mil habitantes y muchas casas están deshabitadas o abandonadas. A pesar de estas condiciones difíciles, los vecinos han desarrollado formas de organización y acciones para mejorar su comunidad.

El estudio en el que se basa esta información muestra una contradicción: aunque casi el 66% de las personas se mudaría si pudiera, el 86% dice que le gusta vivir en el fraccionamiento y está satisfecho con su vida ahí. También quieren que sus hijos crezcan en ese lugar. Esto refleja una tensión constante entre querer irse y tener que quedarse por motivos económicos o hipotecarios.

Para enfrentar esa tensión, los habitantes han creado estrategias para protegerse emocionalmente del estigma que rodea al fraccionamiento. Muchos dicen que su zona o clúster sí está cuidado y organizado, lo que refuerza el orgullo y la identidad comunitaria. Otros enfrentan la preocupación diaria con actitudes de resignación o apoyo espiritual, como encomendarse a Dios cuando no tienen recursos para invertir en seguridad.

El estudio señala que las personas con mayor apego a su barrio participan más en acciones colectivas para mejorarlo. En el fraccionamiento se observan tres formas de uso del espacio público: la privatización vecinal, donde algunas familias se apropian de los parques frente a sus casas; la ocupación por pandillas durante las noches; y la rehabilitación colectiva, en la que vecinos se organizan para limpiar, pintar y cuidar áreas comunes, en ocasiones con apoyo del gobierno.

En varios espacios pueden verse mensajes como “Es parque, no basurero” o “No rayar, favor de cuidar el altar”, señales del esfuerzo de los habitantes por recuperar su entorno y fomentar el respeto.

El capítulo concluye que, pese a las dificultades, Hacienda del Progreso no está en caída libre. Al contrario, existe una resistencia activa que combina intervención municipal, esfuerzo vecinal, trabajo emocional y rechazo al estigma. Los vecinos que deciden quedarse no solo soportan las circunstancias: actúan para transformar su barrio, hacerlo más digno y construir un sentido real de pertenencia.

GR

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