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Se vale soñar

Si a los mexicanos nos quitaran los sueños, estaríamos en una depresión total porque gracias a ellos podemos creer en alcanzar lo inalcanzable. Y la verdad, ese letargo de creer nos da vida.

En este arranque de época electoral los políticos con cargos de elección popular sueñan con brincar a otro o permanecer en el mismo con tal de seguir en el erario y sueñan con lograrlo.

Desde hace semanas se escuchan los autodestapes para las siguientes aspiraciones políticas. Se esfuerzan en llamar la atención y provocar el mayor ruido posible, pero ninguno es autocrítico con señalar el porqué se merece otra vez la confianza ciudadana además de sólo pedirlo.

La época de promesas vacías está inaugurada y carecen de profundidad. No les importa decir aberraciones políticas al criticar a los aliados cuando algunos de sus compañeros cometieron la misma acción en el pasado. Simplemente callan o siguen diciendo aberraciones y letras vacías.

Le apuestan a la memoria corta del elector, que simplemente se fija en las frases pegadoras que anuncian, en las fotografías con personalidades importantes y en la mercadotecnia que se crea concienzudamente para ganar votos. Y eso que aún no empiezan los regalitos.

Los políticos sueñan con tener el máximo poder de su terruño para cumplir su sueño de niño, y pocos son claros en la agenda política de lograr cambiar la vida de las personas.

Se les olvida que esos gobernados también quieren soñar y lo pueden hacer en grande al pedir gobernantes que mejoren sus salarios, que les permitan comprar una casa para quitarse una carga en vez de inflar precios inmobiliarios, que le den las oportunidades que no han tenido a lo largo de su vida, que les reconozcan sus habilidades y les permitan superarse, o que reciban una mejor educación y salud como les prometen.

Se vale soñar que terminarán todos los proyectos de obra pública sin pedir mordidas o beneficiar a constructores amigos, se vale creer que los sistemas de salud mejorarán y las enfermedades cada vez más comunes serán atendidas con prontitud y que tus familiares podrán recibir la atención en el sector público como si fuera el privado.

Se vale soñar que un día todo mejorará porque si el ciudadano pierde las esperanzas, lo pierde todo, por eso debe creer que le cumplirán y que serán lo que prometen, aunque también debería exigirles cuando no lo hagan, y aquí es donde pocos lo hacen porque implica un desgaste o una amenaza hacerlo.

Como no se va a valer idealizar a los políticos de que crearán las mejores leyes, reglamentos, políticas públicas y programas que los lleven a tener una mejor calidad de vida, a que sus hijos tengan mejores oportunidades y a tener un mejor nivel de vida. El problema está cuando a ellos, los de la clase política se les olvida, no aterrizan las promesas ni otorgan los recursos necesarios para que todo pueda suceder.

Los temas que a la sociedad le interesan son muchos, hay avances, pero pocos resultados.

Hay que soñar para que las madres buscadoras cuenten con todos los recursos materiales, humanos y legales para encontrar más rápidamente a sus hijos y no solamente que se creen las reglas para buscarlos, que las familias puedan acceder a los medicamentos de altos costos sin tanta burocracia, que sus hijos puedan recibir la educación pública de calidad sin tanto puente ni pretextos de convivios y que los padres de familia consigan el trabajo que les permita llevar dinero a sus familias y convivir sin sacrificar el tiempo de calidad con sus hijos.

Se vale soñar con que somos un país del primer mundo, que es cierto que contamos con los mejores deportistas, artistas, paisajes, distintivos culturales, comida y bebidas que el resto, pero que ese pan y circo que todos conocemos no sea sólo un distractor, porque soñar alimenta el alma y los políticos deberían tener claro que hay límites en sus sueños, y ese límite es cumplir con la palabra dada, no echarse para atrás y si no quiere, mejor que no hable.

Se vale soñar que un día todos haremos lo que nos toca hacer por el bien del país y así habrá cambios. Se vale soñar, porque simplemente estoy dormida y aún no despierto.

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jl/I