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El derecho a leer por placer

¿Se imagina a una horda de fanáticos de cualquier ideología política o religiosa atentando contra la Feria Internacional del Libro (FIL) Guadalajara? ¿Que en tropel ingresen por los pasillos y arrojen gasolina para luego, enojados o burlándose, incendien los stands repletos de libros que rechazan? ¿Donde aparezcan los temibles “bomberos” de la novela Fahrenheit 451? Aunque resulta pavoroso, imaginarlo no es descabellado. Abundan los personajes, organizaciones e instituciones que han convocado a la incineración de libros y los han quemado. Que los han amontonado en la calle, saqueado de bibliotecas, librerías o casas, y les han prendido fuego. Los han destruido. La historia consigna numerosos ejemplos.

El Santo Oficio, los nazis de la Alemania hitleriana, las dictaduras militares de América, grupos islamistas radicales o los talibanes en Afganistán son algunos ejemplos de quienes han considerado a los libros como enemigos a repudiar, prohibir, confiscar, aniquilar o bien censurar, perseguir a los autores o autoras hasta lastimarlos, recluirlos o asesinarlos. Imaginar diferentes realidades o narrar y reflexionar con pluma crítica acerca de normalidades socialmente impuestas implica horadar cárceles mentales, pero poner por escrito esas visiones diferentes, en impresos o digitalmente, es peligroso. Poca distancia separa a la intolerancia de la agresión abierta o indirecta.

En México, durante el Virreinato, el obispo de Yucatán Diego de Landa Calderón ordenó quemar códices mayas y frailes dominicos opinaban que debían quitarse todos los libros “de mano o de molde” a los indios, como recuerda el Colegio de México en el libro Historia de la Lectura en México. Esos, entre otros hechos del siglo 16, no parecen lejanos del siglo 21, cuando en la disputa política con el gobierno federal este año fueron quemados libros de texto gratuitos en Chiapas y el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, llamó a los padres de familia a destruirlos o a que arrancaran las hojas.

La postura del líder panista es propia de los censuradores del pensamiento libre, de los regímenes autoritarios que deciden qué sí o qué no debe leer la población, de los coartadores de la libertad de expresión y la libertad de lectura. Sus posturas son un golpe a la inteligencia, aliento de la violencia que puede pasar de la descalificación al ataque contra quienes leen, escriben o difunden lecturas que no coinciden con las creencias de los agresores. Los límites sobre el contenido están marcados en diversas normas nacionales e internacionales de la libertad de expresión.

Habrá libros que no nos agraden, por las razones que sean. Eso no es pretexto para que se impida a otros adquirirlos y leerlos. Cada quien seleccionará sus lecturas con base en su edad, sexo, clase social, estudios, recursos económicos, valores personales, creencias políticas, convicciones religiosas, nivel de estudios, la gestión de sus emociones y su historia personal, además del propio contexto sociocultural.

La mejor defensa de los libros es adquiriéndolos, leyéndolos, difundiéndolos, protegiéndolos, estimulando su escritura y producción. Es apoyando a la industria editorial, desde las más poderosas casas editoriales hasta las modestas; incentivando en la educación formal e informal la lectura por recreación y juego; estableciendo planes nacionales de lectura que incorporen la sapiencia de nuestros profesores de educación básica; acercando los textos a los sectores más marginados del país; acabando con los analfabetismos real y funcional; capacitando a los padres de familia y docentes en la estimulación de la lectura; impulsando campañas que alienten la lectura como un estilo de vida y los libros como los fieles amigos cercanos; fortaleciendo círculos de lectura, talleres de escritura, bibliotecas populares, festivales de libros y cualquier otra forma creativa de impulsar la lectura y la escritura. Leer por placer es un derecho irrenunciable.

Los libros pueden ser sabidurías compartidas, imaginaciones liberadas, viajes placenteros, lenguajes seductores, mundos descubiertos, mentes ensanchadas, compañeros fieles, sueños legados, celebraciones de la vida, terapias saludables, diálogos íntimos, subversiones de lo hegemónico, búsquedas del yo colectivo, culturas condensadas, caricias del alma, caleidoscopios de la realidad.

X: @SergioRenedDios

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