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Los desaparecidos y los estudiantes

La información que dio a conocer ayer la Fiscalía General del Estado sobre los tres estudiantes de cine es dolorosa, terrible, cruel. No hay palabras para describir lo que se asegura hizo un grupo de criminales con los jóvenes. Sus familias tienen derecho a que haya pruebas concluyentes de la autoridad acerca de lo que afirma, pues dejó preguntas sin responder. ¿Cuáles son las evidencias científicas de lo que sostiene? ¿Se busca cerrar el caso? ¿Se investigó a fondo?

En ese contexto de saña y dudas, la participación de universitarios para encontrar a los tres estudiantes de cine y que la demanda la hayan extendido a presentar también al resto de desaparecidos de Jalisco es importante. La tragedia tiene diversas repercusiones, entre ellas, que fuerza a los tres niveles de gobierno a que den respuestas sobre todos los desaparecidos, a que lo solucionen porque es su deber, luego de que no ha sido de sus prioridades. No es lo mismo que un grupo pequeño de madres de familia proteste solo, con casi nulo apoyo mediático y social, a que miles de estudiantes marchen con ellas por las calles y se planten frente al palacio de gobierno.

La movilización de integrantes de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), de jóvenes de la universidad ITESO y de la Universidad de Medios Audiovisuales (Caav) en apoyo de las madres que buscan a sus hijos, hermanos, esposos o sobrinos da un nuevo impulso a la exigencia de encontrar a los desaparecidos. A los grupos criminales responsables directos de las desapariciones habrá que restregarles que sus actos de monstruosidad tienen una respuesta masiva de condena, reclamo y enojo, que derive en que se les capture y sancione.

Ante la ineficiencia de las corporaciones policiacas de los tres niveles de gobierno en Jalisco, de la descomposición interna que presentan por la infiltración y la vinculación con grupos criminales, el naciente despertar y consciencia entre las actuales generaciones de estudiantes sobre la gravedad de las desapariciones, es un indicador de la capacidad de respuesta de la sociedad.

Por ahora en la avanzada están sobre todo estudiantes, profesores y familiares de desaparecidos, pero si se mantiene la movilización social y se suman otros sectores también golpeados por las desapariciones o en riesgo de ser los siguientes, como empresarios, profesionistas, comerciantes, religiosos o sindicatos, por ejemplo, el panorama tendrá que cambiar. En la mira está cualquiera que transite por las calles o plazas. Ningún lugar es seguro. Las desapariciones son la expresión más canalla de la creciente inseguridad pública.

La movilización de los miles de universitarios y las señoras visibiliza más la enorme problemática de los desaparecidos; es un llamado de atención a quienes viven felices en sus pequeños mundos de inconsciencia social; es una exigencia también a los periodistas y a los medios informativos para que las desapariciones dejen de ser una mera noticia y las conviertan con responsabilidad en un tema de interés permanente en su agenda noticiosa; es un grito masivo, callejero, pacífico, en pro de la justicia, que debe sonar más fuerte en cualquier oficina gubernamental; es un acto solidario que extiende las manos y pone los hombros. En el trasfondo, la movilización permite que se asome la necesidad de rehumanizar a una sociedad jalisciense con doble moral, egoísta y sumida en la indiferencia social.

Las armas y la violencia no pueden con una sociedad que adopta distintas formas de organización para ejercer sus derechos; que tiene capacidad para movilizarse y poner un hasta aquí a lo que daña a la colectividad; que está a favor de la legalidad, que exige reformas legales adecuadas y dispone de millones de ojos vigilantes las 24 horas, en cualquier colonia o población; una sociedad que empieza a instalar un discurso de paz, justicia y vida para desmontar el que legitima la muerte, la guerra y la impunidad que hasta ahora prevalece. Por ahí se asoma un posible camino para acabar las desapariciones, el dolor y la impunidad.

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JJ/I