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Y las mujeres también emigramos…

Existe la percepción de que la migración mexicana hacia Estados Unidos es principalmente masculina, sin embargo, más de 40 por ciento de esta población que radica en ese país son mujeres. La migración de las mujeres mexicanas hacia Estados Unidos no es reciente, historiadores y antropólogos nos dieron cuenta de ello: mujeres que iban a realizar actividades identificadas como propias, el trabajo de cuidado y doméstico, y apoyar a los hombres que emigraron para buscar mejores condiciones de vida y de trabajo. Se identificaba la migración femenina principalmente por reunificación familiar.

En la actualidad, la gente sabe que las mujeres también emigramos para buscar sueños, mantener la familia unida, buscar trabajo y algunas lo hacen para huir de la violencia doméstica. Los motivos importan, por supuesto, pero también los recursos que llevan, y las relaciones de amistad y familiar son muy importantes para llegar al lugar de destino y sobre todo para establecerse y conseguir trabajo.

Algunos estudiosos de la migración dicen que las mujeres “se empoderan” cuando emigran y trabajan en Estados Unidos; en la jerga local de algunos pueblos se dice que son “más liberales”. Esta percepción las pone en situación de desventaja porque son estigmatizadas y en ocasiones rechazadas como prospectos matrimoniales en su comunidad. Sin duda, la migración genera cambios en las personas, en hombres y mujeres; en el caso de las mujeres aprenden a valorarse, a conocer sus derechos y tener mayor autonomía para tomar decisiones en la vida familiar y conyugal.

Los deberes familiares llevan a las mujeres migrantes a involucrarse y conocer casi de manera inmediata el sistema estadounidense, para llevar a los hijos a la escuela, atenderse en los medios de salud. Además, al adquirir ciertos bienes como un auto, esto les proporciona satisfacción. La mayoría de las mujeres me dice: “No me imaginaba que iba a tener carro y manejar en Estados Unidos”. El auto no es lujo, saben que es una necesidad en ciudades que están desarrolladas para privilegiar este medio de transporte.

Las mujeres que trabajan al igual que los hombres han aprendido otras formas de ser y hacer la vida familiar. Isabel me dice: “Aquí tienes que trabajar, porque si no, no la haces”; el marido participa en las actividades domésticas y de los hijos. Javier comenta: “Cuando regreso a mi pueblo, me critican porque dicen que mi esposa me manda, que soy mandilón porque también ayudo en la casa, pero en Estados Unidos hemos aprendido que debemos estar en todo”.

Aunque se reconoce que la vida en Estados Unidos es “trabajar, trabajar”, ya que es muy común que tengan hasta dos empleos, dicen estar mejor como Isabel. “Aquí (en Estados Unidos) el dinero sí alcanza, podemos comprar ropa, el refrigerador está lleno de comida… en cambio en México el dinero no te alcanza para nada”.

En los estudios que he realizado, los hombres siempre mencionaban que tenían la añoranza de regresar, aunque sea para morir en su tierra; en contraste, la mayoría de las mujeres quiere quedarse en Estados Unidos. Se dan cuenta de la vida extenuante que tienen que llevar en el trabajo, en la vida familiar, pero también algunas creen que tienen mejores oportunidades como mujeres en el vecino país. Además, han creado raíces, son familias que están viendo crecer, formar y construir un futuro para sus hijos y que se debaten entre la permanencia y el retorno que ya no dependerá sólo de sus decisiones, sino también de las políticas migratorias de México y de Estados Unidos que van a dirigir el rumbo de sus vidas.

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JJ/I