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Centralismo y opacidad, el conservadurismo presidencial

Presidente, inicias el año nuevo como transcurriste el anterior, con ocurrencias que conllevan graves regresiones en la vida democrática y dañan las instituciones de Estado que tanto trabajo han costado construir.

En uno de tus cada vez más frecuentes, irreflexivos arranques, arremetes ahora contra los órganos autónomos de Estado, en particular el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), que tutelan derechos y que vigilan que los gobiernos y sus funcionarios, cumplan con la ley, en temas torales para el desarrollo económico, social y político democrático del país.

Como es tu costumbre, todo aquello que representa un contrapeso a tus deseos o una crítica a tus decisiones o un cuestionamiento a tus dichos sin sustento lo arrojas al saco del neoliberalismo y lo declaras cómplice o producto del oscuro y corrupto pasado.

Sabes perfectamente que el reconocimiento y reglamentación del derecho de acceso a la información y de la obligación gubernamental a transparentar el uso de los recursos públicos y sus actividades fueron resultado de una lucha sostenida por académicos, periodistas, activistas y organizaciones sociales (esas que un día y otro también infravaloras y descalificas, y de las que varios de tus actuales funcionarios surgieron) frente a un Estado y sus gobiernos que gozaban de actuar a espaldas de la sociedad en todos los temas imaginables. La opacidad tenía asentados sus reales, porque representaba impunidad y la impunidad alentó la corrupción y la llana criminalidad.

Así que no. La defensa de los derechos de acceso a la información y la exigencia de transparencia a las instituciones públicas no son producto del neoliberalismo.

Arguyes falazmente que los órganos autónomos no han cumplido con su función. Mientes deliberadamente. Sabes a cabalidad que las denuncias sobre corrupción, incompetencia, negligencia y criminalidad hechas por periodistas, intelectuales y los propios partidos políticos durante los gobiernos de Fox, Calderón, Peña Nieto y tu propio gobierno en la Ciudad de México, que mostraron la participación de funcionarios (y en algunos casos hasta de familiares) de todos los niveles y de todos los partidos fueron posibles gracias a las herramientas (incluido principalmente el Inai) que la Constitución y las leyes generales proveen a todos los ciudadanos mexicanos.

Te pregunto: ¿quién fue el principal beneficiario político de la exhibición pública de las redes de tráfico de influencias, corrupción e impunidad que los gobiernos anteriores tejieron y que tanto le han costado al país en términos económicos, sociales y políticos?

Entérate, además, que la libertad existente en las redes sociales es posible gracias a la neutralidad de la red. Y que dicha neutralidad exige que sean entidades autónomas (en cada país) las que la tutelen. En México esa responsabilidad recae en el IFT, así como mantener la pluralidad en el reparto del uso concesionado del espectro radioeléctrico a los medios de comunicación e información.

Tachas como dispendio presupuestal la mera existencia de los órganos autónomos de Estado para desviar la discusión del tema central que es tu vocación centralista. Esa tendencia tuya que te llevó a desaparecer 109 fideicomisos federales, tirar a la basura sus reglas de operación (que volvían públicos los criterios de asignación mediante convocatorias y comités de selección) y apropiarte de los 68 mil millones de pesos que administraban para ahora manejarlos tú de forma discrecional y bajo una lógica clientelar. Esa inclinación que te ha llevado a dar marcha atrás a la descentralización en materia de salud acusando corrupción sobre la que no has presentado una sola prueba ni has procesado a un solo responsable. Esa proclividad que te hace exigir a los gobernadores subordinación y complicidad a cambio de no cerrarles la llave presupuestal.

Presidente, tristes días nos aguardan frente a tu conservadurismo opaco y centralista que te mueve a traicionar aquello y aquellos que en el pasado fueron indispensables para tu arribo a la Presidencia, y que hoy declaras amenazas para tu sobrevivencia política.

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jl/I