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¡Vote!

Las elecciones intermedias suelen ser más aburridas que las presidenciales. Claramente carecen del atractivo de estar eligiendo presidente de la República, simplemente se concentran en la elección de una persona, que será el diputado o diputada del distrito en el que vive. 

La mayoría de la gente, me atrevería a afirmar, desconoce claramente las obligaciones de los disputados y su papel en el Congreso. Es por lo que se les confunde con personas que van a poder manejar un presupuesto público y suelen exigirles promesas de todo tipo. 

Muchas veces para suplir esta falta de poder, los diputados se presentan como eficientes gestores para solucionar los problemas de la comunidad. “No tengo dinero para resolver el problema del pavimento, pero me comprometo a gestionar ante las autoridades correspondientes la autorización de una partida para traer pavimento a la colonia”. 

Este es el tipo de compromisos que suelen hacer. 

Sin embargo, por mucho que le aburran estas campañas, hoy más que nunca son importantísimas para el futuro del país. 

Durante la época priista, siempre tuvimos al Congreso como un apéndice del presidente. El presidente ordenaba y el Congreso simplemente obedecía. Difícil que un diputado cuestionara los deseos del presidente y para cuando finalmente hubo diputados de oposición, difícil que logran detener ninguna de las órdenes dadas desde Los Pinos. Eran muy pocos. 

Ese esquema trajo terribles resultados para la vida económica y social del país. Un país en el que el único que manda es el presidente y no existen fuerzas suficientes que puedan forzar al presidente a negociar o reconsiderar sus planes y proyectos. 

Si lo piensa bien, México empezó a recuperarse de las terribles crisis de los años 80 y de los 90, precisamente cuando el presidente perdió el control de la Cámara de Diputados. Eso fue precisamente lo que le pasó a Ernesto Zedillo en 1997. 

Por supuesto, a ningún presidente le gusta tener menos poder y sobre todo, tener que negociar, convencer o exponer sus proyectos antes sus adversarios políticos. Pero termina siendo lo más sano, tanto para el país como para el mismo presidente. 

O dígame usted, ¿qué opinión tiene del gobierno del presidente Zedillo? 

Hoy enfrentamos el mismo conflicto. El presidente ha gobernado durante su primera mitad con una mayoría abrumadora de su partido, que han convertido al Congreso nuevamente en su apéndice. Le obedecen en todo, no lo cuestionan, mucho menos lo vigilan o auditan. 

Un Congreso así no sirve de nada. 

Como lo comentó Vicente Fox en su toma de posesión en 2000: “El presidente propone y el Congreso dispone”. 

Este domingo salga a votar, es importantísimo que la mayoría de los mexicanos nos tomemos ese tiempo del domingo. Hay que recordar que estaremos decidiendo el tipo de Congreso que tendrá en sus últimos tres años el presidente López Obrador. Un Congreso útil al país o un Congreso inútil. 

El presidente desea un Congreso igual al que tiene: inútil para el país, pero obediente a sus deseos. Esa fórmula ya la hemos probado antes y no ha salido nada bien. Los errores de un solo hombre arrastran a todo un país. 

Piénselo y cumpla con su obligación: salga y vote. 

Twiiter: @Israel_Macias

jl/I