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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Se dice, con una buena dosis de razón, que si Manuel Lozada –conocido también como El Tigre de Álica– hubiera nacido medio siglo después, ocuparía hoy uno de los sitios principales en el panteón cívico nacional.
Pero le tocó a este personaje vivir en pleno auge de un nacionalismo enamorado del desarrollo del individualismo capitalista que ya en el siglo 20 acabaría también siendo repudiado por un importante sector de mexicanos. Zapata es, pues, un héroe, en tanto que Lozada es tachado de vulgar bandido.
Cabe reconocer, sin embargo, que hubo algunos pocos políticos mexicanos, incluso muy destacados, que intentaron poner reversa a la oleada privatizadora que no podía aceptar el sentido comunal de la propiedad de la tierra ni en manos de la iglesia ni de las comunidades indígenas.
El libro sobre Manuel Lozada que acaba de producir el historiador Mario Aldana Rendón, egresado y jubilado de la Universidad de Guadalajara, su editora, es simple y llanamente una obra maestra sobre el traído y llevado tema de Lozada. Es el caso de que resulta ser una sólida y verdadera historia de esa épica que engloba a la figura de Lozada en la complejidad de su época. Como lo asentó Huizinga y lo copió Ortega y Gasset, “el hombre es él y su circunstancia”.
Hace mucho que las biografías debieron dejar de ser monografías que tratan exclusivamente del acontecer personal de un determinado sujeto, por importante que éste haya sido.
Esta obra sobre Lozada se denomina también La lucha por la tierra y la autonomía en Nayarit: 1850-1873, que es el resultado de muchos años de estudio y logra, en efecto, envolver al personaje en sus circunstancias llevándonos a tomar en cuenta fenómenos locales de lo que acabará siendo el estado de Nayarit, en especial el ansia de separarse de Jalisco de sus más adinerados. Todo ello se enlaza debidamente con la historia de la región occidental, incluyendo la gran enemistad de Corona con Lozada y la devoción por la propiedad privada de la oligarquía tapatía. Asimismo, se hace referencia al panorama nacional imbricado con el “santanismo”, la Guerra de Tres Años, la Intervención francesa y la restauración republicana…
En este libro queda claro, también, que algunos liberales tenían discrepancias severas con sus correligionarios respecto de los indígenas, mismas que se ponen de manifiesto en lo que respecta a Lozada. Pongo nomás un caso. La pléyade jalisciense y Lerdo de Tejada lo abominaban, pero Benito Juárez, cuyo nacionalismo nadie se atreverá a poner en tela de juicio, resultó quien más lo protegió en los últimos años de su gobierno. Fue a la muerte de éste cuando el gobierno de la República y el de Jalisco se fueron con todo contra Lozada hasta lograr su exterminio, pero de su carácter nocivo y de tantos improperios que le endosaron sus enemigos, hizo caso omiso el Benemérito de las Américas. He aquí un mérito adicional del que se habla muy poco.
No puedo dejar de recordar que hace poco más de medio siglo discurrí empezar a formar un grupo de investigación en la UdeG leyendo cuántos libros pudimos del siglo 19 para extraer todos los términos peyorativos endilgados a Lozada… era una manera de empezar a plantear la inevitable subjetividad de la historia con base en la circunstancia del historiador y la manera de intentar al menos de controlarla sin desconocer su existencia y comprendiendo el porqué de ella.
La lista de insultos resultó inmensa. Lozada fue, para los liberales jaliscienses de la segunda mitad del siglo 19, el peor de todos los mexicanos.
No han faltado seguidores de esa tendencia, pero este espléndido libro de Aldana pone las cosas en su lugar. Simple y sencillamente procede a explicar el fenómeno y el resultado es una exitosa explicación del fenómeno Lozada que nos permite llanamente entenderlo. Yo diría que se trata de una obra maestra…
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jl/I