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Los mensajes políticos del fin de semana

El fin de semana pasado tuvo un par de fenómenos peculiares que se relacionan de forma compleja con la realidad nacional. Por una parte, el oficialismo desarrolló una reunión tumultuaria de apoyo al gobierno; no de celebración del primer año de gobierno de la actual administración, sino de conmemoración de siete años del movimiento en el poder. Se recuperaba con ello la narrativa del ex presidente que enfatizó, desde la Presidencia, la fuerza y poder del movimiento que representa. El uso de la estructura institucional facilitó un aforo nutrido.

Sin embargo, independientemente de la magnitud del evento, algunos factores resaltan en la estructura interna del movimiento. Las diferencias claras entre las distintas facciones que lo componen tienen fuertes divergencias en la proyección de las elecciones de 2027, no lejanas en el horizonte y que constituyen, en la lucha interna, el establecimiento de las zonas de control y poder. De esa forma, parte de los mensajes del domingo no tenían que ver, propiamente, hacia unas oposiciones sin peso, sino de disciplina y control al interior del propio grupo.

El otro factor al que respondía el mitin del fin de semana tuvo su epicentro en las diferentes expresiones de ciudadanos manifestando inconformidad respecto a la errática conducción administrativa de la economía, del gobierno, de la corrupción e impunidad, de las faltas de oportunidades al futuro y, marcadamente, de la seguridad y la paz. La Generación Z, poderosamente denostada por el oficialismo, sin considerar que se trata de manifestaciones de ciudadanos y no de una organización que, sin embargo, ponía en evidencia la falta de sustancia de la narrativa oficial.

Los campesinos y los transportistas, cuyas exigencias cuestionan la errática conducción en el tema de las políticas económicas, por una parte y, por otra, la seguridad y la paz que no se ha logrado establecer en sus zonas económicas de trabajo. Sumando a lo anterior, el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, y el efecto que socialmente produjo, ante la ausencia de garantías sociales que cobraron la vida del edil.

En los momentos de celebración del oficialismo se generó un atentado, nuevamente en Michoacán, que dejó un saldo de cinco muertos. A pesar de la existencia del Plan Michoacán y la presencia de las fuerzas, así como de la inteligencia militar federal, la expresión discursiva del crimen organizado fue la de la violencia, en contraste con el mensaje de seguridad expresado en el Zócalo.

La dificultad de gobernar y el desgaste de la imagen presidencial actual, muestra signos de debilitamiento. Si bien la imagen de la persona se mantiene en cifras alentadoras para el movimiento, en la desagregación, en temas como la corrupción, la impunidad, la economía, la salud y, particularmente, en seguridad, los indicadores no tienen la misma intensidad y, progresivamente, se anuncia una falta de paciencia ciudadana ante una forma discursiva que, además de no renovarse, no resuelva los temas más importantes para los ciudadanos.

La importancia no se determina con un discurso ideológico partidista para sus bases, sino en el delineamiento de políticas de gobierno y gestión pública que incluya toda la estructura del país.

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jl/I

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