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Un México violento
Porque nos la quitaron
Desde anoche empezaron a resonar dos palabras fuertes que no habíamos escuchado, que juntas se aplican a México: emergencia sanitaria. La Real Academia Española define emergencia de manera cruda, intensa, clara: es una “situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata”. En ese contexto nos hallamos con la pandemia del coronavirus que ya rebasó los mil enfermos. Se trata de una decisión que sacude todo y a todos en México.
El país entra a una fase de su historia en la que gracias a la disciplina debemos salir fortalecidos. Porque, añadamos, la palabra emergencia significa también “salir (algo o alguien) de dentro del agua o de otro líquido”. Es decir, lo podemos aplicar a que salgamos del pantano al que estamos entrando. Tenemos un enorme reto que pone a prueba a las autoridades de los tres niveles, a las instituciones y a la población, ante el ya rápido crecimiento de la pandemia del Covid-19.
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Las implicaciones de la emergencia sanitaria ya se esbozaron en líneas generales, que son suspensión inmediata desde ayer y hasta el 30 de abril, durante un mes, de actividades no esenciales en los sectores público, privado y social; en los llamados sectores esenciales, aplicar acciones como no tener reuniones con más de 50 personas, lavado de manos, saludo a distancia, estornudo de etiqueta; y algo que se antoja, a estas alturas, aunque no se crea, difícil: que los mexicanos cumplamos el resguardo domiciliario (¡muchos dicen que vacacionarán!).
Advirtamos que ese resguardo domiciliario deberá ser es-tric-to a quienes rebasan los 60 años de edad y que, además, enfrentan enfermedades graves; eso, independientemente de si lo que hace en cualquiera de los sectores público o privado, se considera esencial; después del 30 de abril habrá reanudación escalonada de actividades; por ahora se postergan censos y encuestas que involucren movilización de personas, y se aclara que las medidas se tendrán que aplicar con apego a los derechos humanos. Así las cosas, desde ya.
Entre tanto, antes del anuncio de la emergencia sanitaria nacional que declara el gobierno federal, en Jalisco el gobernador Enrique Alfaro pidió no bajar la guardia (aguas con los nocaut) con el virus que trae asolado a todo el mundo, y como, por las razones que se quiera, no estaba coordinado ni ha estado coordinado con las autoridades federales, llamó a mantenerse en casa hasta el 19 de abril. Y si él se adelantó con algunas medidas, ahora se le adelantaron con nada menos que 11 días más de encierro en casa, pues ya anotamos que será hasta el 30 de abril.
Eso sí, continuó con su habitual tono ¿descalificador? ¿O cómo interpretar, por ejemplo, esto? “Ahora que la Federación está asumiendo su responsabilidad, tenemos que enviar un mensaje claro y contundente de voluntad para coordinarnos y sumar esfuerzos”. Es algo similar a la conocida práctica de primero dar el coscorrón y luego la sobadita. Porque, enseguidita, añadió: “Quiero expresar al presidente que cuenta con Jalisco en esta nueva etapa”. O sea, coscorrón con nudillos de karateca rompe tabiques seguido de un sana sana colita de rana, sobando el cráneo. ¿O será un amor apache?
Total, pongámonos positivos: lea los libros que dejó por ahí empolvados, sin abrir o a medios chiles; haga ejercicio en su casa; juegue y converse con su familia; si debe salir, hágalo con precauciones extremas; vea películas por montones; componga lo que dejó pendiente de arreglar; prepare comida exquisita para chuparse los dedos; elabore nuevos proyectos; esté al pendiente de los cercanos; recupérese del estrés que traía cargando… En pocas palabras, haga lo que a usted y a su gente los hace felices. Es una oportunidad. ¿Ok?
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jl/I