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Un México violento
Porque nos la quitaron
Hace unos días en la conferencia de las siete de la noche el subsecretario de Salud de México, Hugo López-Gatell, dijo que la consecuencia más ominosa de no cumplir con las medidas para evitar la propagación del coronavirus era excluirse de la solidaridad social. Ominoso: abominable, odioso, repugnante, execrable, repulsivo, ruin, abyecto, vil, aciago, desventurado, funesto, desdichado, desgraciado. Todos esos sinónimos son posibles en una selfi frente al mar de Puerto Vallarta este domingo o una fila de autos en la carretera intentando ingresar a la costa de Jalisco, Colima o Nayarit.
El nuevo coronavirus es real y todavía hay personas que por ignorancia o por negación actúan como si el mundo siguiera funcionando con normalidad. Hay mexicanos que creen en el Chupacabras o en la Llorona, pero piensan que el Covid-19 es una fantasía.
Hasta ahora sabemos que es un virus veloz y muy contagioso, y que la mayoría de los enfermos se recupera. Sin embargo, hay gente más vulnerable que está muriendo. Tus papás o mis papás; tus abuelos o mis abuelos son las personas con más riesgo. Aunque la enfermedad está mostrando que no distingue ni edad ni condición física o social. En México hay adultos con complicaciones de hipertensión, diabetes, obesidad y tabaquismo falleciendo antes de haber festejado los 60.
De Guayaquil hemos visto imágenes dolorosas en la semana. Cadáveres en casas y en calles porque sus familias no han podido darles sepultarla. Han sido tantas las víctimas que no hay forma. Uno de los editores con los que trabajo en Dallas es ecuatoriano y contaba que la catástrofe en Guayaquil había comenzado con una fiesta en plena cuarentena a la que habían acudido 700 personas. La Universidad John Hopkins tenía registrados hasta el 5 de abril más de 3 mil 646 casos positivos en Ecuador y casi 200 fallecidos. Es el país con el mayor número de contagiados en América Latina.
En México se ha exhortado a toda la población a no salir de casa, solo si tiene un trabajo esencial o requiere abastecerse de alimentos, así hasta el 30 de abril de 2020. La desigualdad en México, con más de 50 por ciento de personas viviendo al día, no permite que todos estén en casa. Los que sí pueden deben hacerlo por todos los demás. Es urgente el cuidado mutuo, la responsabilidad social.
El subsecretario López-Gatell lo ha dicho una y otra vez. “No son vacaciones”. De no hacerlo, de no cumplir con el resguardo domiciliario, “la consecuencia más ominosa es excluirse de la solidaridad social y ser parte del problema y no de la solución”. Esa fue la cita textual. “Creo que la sociedad es quien mejor puede juzgar quién se está sumando, quién está contribuyendo al bien común y quién va a ser responsable de que tengamos una mayor seguridad sanitaria o no. Ese es el asunto”.
Un barco hospital llegó hace unos días a Nueva York. Una pista de patinaje en un centro comercial de Madrid se volvió morgue tras el colapso de funerarias por el coronavirus. En Filipinas, el presidente Rodrigo Duterte ordenó a las fuerzas de la ley “disparar a matar” a aquellas personas que violaran los requisitos de la estricta cuarentena por la pandemia.
Las autoridades en México han dicho que no habrá militares en las calles, ¿alguien quiere llegar a eso? Nadie. Habrá que preguntarles a quienes amanecen hoy de vacaciones en la playa. Ojalá que no lamentemos las consecuencias de la necedad y del egoísmo.
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jl/i