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Transgresión pasiva de  derechos 

El miedo provocado por la pandemia de ese virus hipotéticamente omnipresente gestado en un decadente mercado de animales exóticos de la China es catalizador de las peores y de las mejores expresiones del espíritu humano. 

En México lo peor está por venir. Con un sistema de salud tan frágil e insuficiente como el mexicano y un alto porcentaje de personas que padecen enfermedades crónicas, sobrepeso y obesidad, es previsible que la tasa de mortalidad supere a la de otros países y que ello contribuya a atemorizar más a la población consciente de la situación. Por ahora, México está 2 puntos porcentuales arriba del 7 por ciento mundial de fallecimientos. Aquellos que niegan la veracidad de la pandemia o que están convencidos de teorías conspiratorias también contribuyen al terror con sus actos y omisiones que favorecen la propagación del virus. 

Imágenes aterradoras como las de decenas de cadáveres en féretros almacenados en Bérgamo, al norte de Italia, apenas están por hacerse presentes en México. Ya tuvimos una primera experiencia de la catástrofe humana provocada por la saturación de servicios médicos con el saqueo de cuerpos en un hospital de Ecatepec, sin que las fuerzas de seguridad fueran capaces de resguardar al personal médico, a las personas fallecidas y contener a la turba exacerbada, cegada por la desesperación de las familias incomunicadas con un paciente contagiado que falleció en aislamiento. 

En Guadalajara hemos tenido ya una probada de lo que podría ocurrir, aunque de manera completamente pacífica, con la manifestación de personas inconformes ante la instalación de una morgue provisional para muertes relacionadas con el coronavirus Covid-19 en la colonia Miramar. Si bien es muy poco probable que una persona fallecida resguardada en esa morgue pudiera contagiar a vecinos de la zona con un adecuado manejo sanitario, está el factor Ecatepec, entre muchas posibilidades, que podría poner en riesgo a los vecinos de esas instalaciones. 

Lo que podría pensarse en un primer momento un temor injustificado, pensándolo fríamente y considerando sólo las características de una morgue adecuada, se convierte en una duda razonable ante el caos que conlleva la pandemia con todas sus consecuencias. Circularon terroríficas imágenes de gente cargando los cadáveres de sus personas fallecidas en Ecuador ante la insuficiencia de las autoridades y no hay razón para creer que en México estaríamos preparados para algo así, considerando la ineptitud de las corporaciones policiales e incluso castrenses en Ecatepec. 

Un ejemplo de la fatal y omisa intervención de los cuerpos de seguridad es la explosión del ducto de Pemex en Tlahuelilpan, Hidalgo, a causa de la cual en enero de 2019 fallecieron 137 personas y decenas sobrevivieron con lesiones, aunque marcados de por vida. Todo ocurrió ante la mirada de elementos del Ejército Mexicano que, según el propio titular de la Sedena declaró en su momento, se abstuvieron de actuar para evitar violaciones a los derechos humanos. ¿Violar derechos humanos e intervenir hubiera salvado vidas? ¿Había alguna manera de actuar sin transgredir esos derechos? Esa tragedia es una muestra de la política pasiva del gobierno federal ante problemas con multitudes que pueden tener una escalada. 

Ante un panorama que promete empeorar, y mucho, antes que mejorar, también hay un lado luminoso que llama a no perder la fe ni la esperanza. Cientos de personas se ponen de acuerdo para reunir víveres y ayudar a quienes han sido más afectados por la crisis que recién comienza. Profesionistas se ponen al servicio gratuito de otros. Quisiera que todo eso prevalezca, pero no estoy seguro. 

Twitter: @levario_j 

jl/I