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Habrá paz o habrá tragedia

Tal disyuntiva planteó Donald Trump a Irán luego de que, sin autorización del Congreso de su país, de manera anticonstitucional y muy lejos del derecho internacional (¿quién cree aún en eso?), para apoyar a Israel atacó con todo su poder a esa nación islámica. Luego, orgulloso, declaró haber logrado un éxito militar espectacular porque fueran destruidas por completo sus tres instalaciones nucleares: Fordo, Natanz e Isfahán.

Y, como era de esperarse, Netanyahu le aplaudió y no desaprovecho la oportunidad para declarar a Trump como el mejor un amigo y, como si fuera algo para vanagloriarse afirmar que los dos están de acuerdo en que “la paz se logra con la fuerza”. Manera común de pensar para quienes, como ellos, las guerras son como su alimento.

Pero si de elogios se trata, Netanyahu se quedó corto frente al que le prodigo de forma vergonzante Mark Rutte, secretario general de la OTAN al llamar “papito” a Trump, después de que los países de esta organización, con excepción de España, aceptaran incrementar hasta en 5 por ciento los gastos militares.

En estas guerras se constata que lo primero que se pierde, junto con las vidas humanas y la de otras especies de las que nadie se preocupa, es la verdad de los acontecimientos. Los gobernantes involucrados difunden y esconden lo que le conviene y los medios, bajo el control y la autocensura no informan debidamente.

Estamos en los tiempos de la proliferación de las tecnologías de la “información”, de las guerras trasmitidas en vivo, de las “redes sociales” y de la infodemia, y lo más notable es la falta de veracidad.

Por eso poco se sabe, por ejemplo, de que los sorpresivos “ataques preventivos” contra Irán hayan tenido los resultados que se declaran. Y sucede lo mismo respecto de los daños causados en Israel por la respuesta de Irán que demostró que era solo un mito su “Domo de Hierro” que los hacía sentir inmunes a cualquier ataque.

Así, mientras Trump, con su voz imperial autoritaria, dice que las plantas nucleares de Irán fueron destruidas por completo, desde aquel país le responden que ellos se anticiparon y que Fordo, su principal planta nuclear fue evacuada a tiempo.

Luego de ello se desgrana una serie de frases lapidarias que abonan a la incertidumbre: “no hubo ningún daño irreversible”. El ataque estadunidense “tendrá consecuencias duraderas”; Teherán “se reserva las opciones para tomar represalias”; a Washington le “aguarda un severo castigo”; ahora todas las instalaciones de Estados Unidos en Medio Oriente “son objetivo militar”. Y, como vemos, no se trata de simples declaraciones. Israel sintió en carne propia el poder destructivo de los misiles iraníes.

La historia de los imperios y del capitalismo es la misma de las guerras y las tragedias. Mientras estos sigan existiendo no habrá paz y sí tragedias. Visto así, es una falsa disyuntiva la que planteó Trump.

Se trataba también de desviar la atención del genocidio que Israel, bajo la tutela de EU, sin clemencia y con absoluta impunidad, sigue haciendo sobre la población indefensa de Gaza.

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GR