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Enojados en MC
Mejor restar
Quería ser fotógrafo, pero no tenía cámara ni había hecho foto alguna. Quiso estudiar en una universidad en Morelos, pero lo rechazaron por no saber siquiera las nociones básicas. “Dedícate a otra cosa”, le dijeron a Yael Martínez.
“Recuerdo que mi hermana me comentó que había una escuela técnica en Cuernavaca y decidí entrar, justamente para aprender las nociones básicas de la fotografía y entender qué era. Tuve grandes maestros”, mencionó.
Así fue el inicio de un gran camino para Yael Martínez, fotoperiodista mexicano ganador del segundo lugar en la categoría de “Proyectos a largo plazo” de la edición 62 del World Press Photo 2019, por la serie “La casa que sangra”, imágenes capturadas entre 2013 y 2018 que ha abordado desde un punto de vista personal.
El comienzo se dio cuando estudiaba la preparatoria y descubrió a autores como Graciela Iturbide, Manuel Álvarez Bravo y Josef Koudelka. Entonces le dijo a su papá que le encantaría ser fotógrafo, contar esas historias a través de imágenes, a lo que le contestó: “Te apoyo, pero tienes que estar consciente de las limitaciones o que tal vez, en este contexto social, no lo puedas hacer”.
Eso fue para Yael un motor y todo su trabajo fotográfico ha sido sobre su Estado natal, identidad y cultura. “Tal vez no puedo viajar al otro lado del mundo, pero aquí hay historias muy importantes que tienen que ser contadas, por lo que empecé a generar testimonios que importan dentro de mi aspecto y mi formación como persona”, refirió.
En entrevista, el artista de 35 años nacido en Taxco, Guerrero, comentó que en ese proceso tuvo la fortuna de empezar a trabajar como asistente de un fotógrafo de arquitectura, quien fue de gran valía para su formación, y empezar a entender el tiempo y espacio.
No obstante lo que buscaba era hacer fotografía más humanista, documental, se decidió a continuar bajo esa línea y fue entonces que en 2008 ganó una beca estatal que lo llevó a estudiar en el Centro de las Artes de San Agustín, y a la Fototeca de Pachuca.
“En 2015 conocí en Oaxaca a una editora que trabajaba en la agencia fotográfica Magnum, y me nominó a un premio en la Fundación Magnum, en Nueva York, y lo gané. Fue el primer premio internacional que tuve, un parteaguas que me abrió para que el proyecto comenzara a ser visto fuera y dentro de México”, señaló.
Hasta ese momento la mayor parte del proceso era personal y después de dicho premio se abrieron otras posibilidades para colaborar con medios internacionales. “Recuerdo que en 2015, con este proyecto, me nominó una editora estadounidense para un taller que hace World Press Photo, Joop Swart Masterclass, un piloto regional sobre Latinoamérica. Llegué a ese espacio sin publicar algo en un medio nacional”, dijo.
Yael Martínez comenzó a documentar el tema de las desapariciones de personas en el Estado de Guerrero ante la pérdida de tres familiares, la desaparición de dos cuñados y el asesinato de otro más, y su primera reacción fue tratar de entenderlo y mostrarlo a través de la fotografía. En ese momento tenía una beca del Fonca con la que trabajaría en un tema sobre plateros orfebres.
“Entonces cambié el tema porque en lo único que yo podía pensar y generar era sobre esa situación. El hecho de poder reflexionar el tema con mi familia y con otras personas que estaban viviendo la misma situación, y rebotarlo con un grupo de colegas, ayudó a que el proyecto fuera madurando y evolucionando”, indicó.
La idea era trabajar desde un aspecto más íntimo para que se volviera un tanto hermético y que no pusiera en riesgo a la gente que estuviera colaborando, pues muchas veces las familias son retratadas en territorios complejos donde la violencia y la desaparición forzada es un tema de todos los días.
“Hay personas que están en grupos, y por el grado de exposición y vulnerabilidad es difícil trabajar con ellos; por eso son temas lentos, tienes que ganarte su confianza y tener empatía para que te abran la puerta. La mayor parte de mi trabajo lo he hecho en Guerrero y en Sinaloa”, refirió Yael Martínez.
Lo anterior debido a que el tema de la corrupción y la impunidad ha venido generando problemáticas más complejas que han llevado hasta este punto de las desapariciones forzadas.
La serie “La casa que sangra” está conformada por 30 imágenes capturadas en su Estado natal, desde el 8 de octubre de 2013 hasta el 4 de noviembre de 2018, en la que su familia es la protagonista, junto con otras del Estado y de Sinaloa.
Explicó que el título hace referencia a la casa como una analogía a un cuerpo, a una familia, comunidad o país. Empezar a hablarlo, dijo, desde un plano personal y poco a poco verlo cómo se convierte en otra familia, en un país, en cifras oficiales, en más de 35 mil personas desaparecidas y más de 250 mil muertos por la violencia en México.
“Para mí fue una sorpresa (el premio), no lo esperaba por el hecho de que el trabajo no es tradicional, no es fotorreportaje, sino más bien analogías del dolor, de ausencia, de vacío. Saberme ganador en el World Press Photo 2019 me hizo muy feliz. Se abre la posibilidad de que las historias puedan ser contadas desde distintas perspectivas”, manifestó.
Para el fotógrafo es vital que en el país siga habiendo programas educativos gratuitos y becas artísticas para generar proyectos que no pueden ser documentados o retratados a través de los medios nacionales o la industria, y es fundamental contar con estos espacios para seguir reflexionando acerca de temas que importan a la comunidad.
Por ello, el mensaje de Yael para quienes se encuentran preparando profesionalmente en el proceso de capturar imágenes mediante algún dispositivo tecnológico, es creer en sí mismos y en la importancia de la fotografía mexicana en el mundo.
“Todo es posible y lo importante es seguir trabajando, realizar proyectos que les muevan y que les signifiquen mucho. Siempre vamos a encontrar dificultades para contar estas historias. Por eso siempre digo: elige un proyecto que te signifique mucho para que no importen las dificultades, y trates de encontrar salidas y lo lleves a cabo”, indicó.
Yael Martínez ha enfrentado situaciones de riesgo al cubrir otros temas que no involucran las desapariciones forzadas. Emigró del país para comprarse su equipo fotográfico. No tiene pasatiempos, siempre está trabajando. Su tiempo libre se lo dedica a su esposa y a sus tres hijas.
La mayor, de nueve años, ha mostrado la inquietud por la fotografía. Ya ha participado en concursos y obtuvo una cámara de premio. A la de cuatro años le gusta pintar, y a la pequeña, de dos años, apenas está aprendiendo a hablar.
EG