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Glosa inútil 

Año tras año se realiza el mismo ejercicio inútil con la glosa del Informe de Gobierno, y me atrevo a usar ese adjetivo porque así se expresan quienes la viven y la protagonizan. La Ley Orgánica del Poder Legislativo cuenta con el capítulo 4 específicamente para este ejercicio de rendición de cuentas con sólo tres artículos, del 201 al 203, y los legisladores deberían cumplirla al pie de la letra, y no lo hacen y tampoco innovan. 

El formato está rebasado, es aburrido, tedioso, cansado, impráctico y un sinfín de calificativos de quienes lo han presenciado, y que al final no sirve de nada, porque lo único que se hace es recopilar todo lo que se expuso para integrar el documento de conclusiones y entregarlo al Ejecutivo. Y ahí se queda a dormir el sueño de los justos. 

¿Alguna vez se ha sabido que las conclusiones de estos encuentros sean la base para nuevas políticas públicas?, o ¿sirva para modificar el rumbo o mejorarlo? 

La Ley Orgánica del Poder Legislativo señala que estas conclusiones deben enviarse a la Comisión de Hacienda para considerarlas en el estudio del presupuesto de egresos, y eso no se cumple. Hoy se analizará este tema en una mesa de trabajo en conjunto con el gabinete y las conclusiones no están listas, no se discutirán y nunca se han hecho. 

Esta misma ley señala que la revisión de este informe debe estar basado en los indicadores del Plan Estatal de Desarrollo, en estándares de eficiencia establecidos en la normatividad nacional o internacional y prospectivas previstas en planes y programas sectoriales con informes anteriores, y no se nota que lo hagan. 

La dinámica corresponde más bien a una mesa redonda donde unos preguntan y otros contestan con límites de tiempo. En realidad, lo único que importa es que cada fracción pueda cuestionar, repreguntar y darle juego a más de unos de sus integrantes, y los funcionarios estatales tratan de responder con explicaciones generales y tan amplias para que les consuman el tiempo disponible, y dejen los temas en el tintero. 

Los que hacen la tarea de revisar el informe son los asesores de los legisladores, ni siquiera de los órganos técnicos, y tienen que ser tan creativos y asertivos como su habilidad les permita para hacer los cuestionamientos a los secretarios.  

El inconveniente es que la mayoría de los legisladores se convierten en pericos que sólo leen hojas que les entregan, en algunos casos con la mala dicción, y como preguntan de todo, muchas veces no logran obtener las respuestas pedidas. 

El tiempo que tienen los funcionarios estatales para tratar de resolver dudas, ampliar o puntualizar información fue insuficiente, al extremo de escuchar que había coordinadores estratégicos que daban uno o dos minutos a los secretarios para contestar todo lo que tenía que ver con sus funciones. 

Otro absurdo fue escuchar al titular del Instituto de Pensiones del Estado, Iván Argüelles, decir que ya no tenía tiempo para contestar las preguntas de la Villa Panamericana, que es un tema de interés social. Y al final se vio obligado a referirse al tema, muy brevemente, por el abucheo de los representantes de los medios de comunicación presentes. 

Ni los propios diputados tienen interés en estar presentes porque a los panistas Jesús Hurtado Torres e Irma de Anda Licea no se les vio en ningún momento de los tres días de glosa, y fueron muy pocos los que participaron en todas las mesas. Y el que tuvo que padecerla fue el auditor superior, Jorge Ortiz Ramírez, que por esta ley debía estar siempre presente, pero sin hablar sin intervenir, y tampoco los legisladores le pidieron algo como marca la ley. 

jl/i