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Juventud y desempleo: una mirada desde la psicología

En México, según la Ley del Instituto Mexicano de la Juventud, un joven es quien tiene entre 12 y 29 años. Este grupo representa una tercera parte de la población en Jalisco (30.6 por ciento) y se trata de un sector vital para el presente y el futuro del país, pero también uno de los más afectados por la incertidumbre laboral.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) al 2020, la población total de México era de poco más de 126 millones de personas, de las cuales casi 64.5 millones eran mujeres (51.2 por ciento) y 61.4 millones, hombres (48.8 por ciento). En Jalisco, el Instituto de Información, Estadística y Geografía (IIEG) de Jalisco señaló que hasta el 2023 la población joven era de casi 2.7 millones, de los cuales el 49.2 por ciento eran mujeres y 50.8, por ciento hombres.

En nuestro estado contamos con una de las menores tasas de desempleo del país (1.4 por ciento), pero existe una tasa de informalidad del 47.9 por ciento, es decir, son personas que se dedican al comercio informal, sin prestaciones, sin acceso a seguro médico y ni hablar de una pensión. A lo anterior se suma la figura del freelancer (trabajador independiente), que se ha popularizado, pero pocas veces se discute el costo que esto tiene a largo plazo. ¿Qué significa vivir sin seguridad social? ¿Cómo proyectar una vida digna (ya no digamos próspera) sin estabilidad económica?

No se trata de pintar un panorama sombrío, sino de poner este tema sobre la mesa. Hablar de la precariedad laboral juvenil es también una invitación a pensar cómo relacionamos esta realidad con las y los jóvenes de nuestro entorno. ¿Escuchamos sus inquietudes? ¿Les exigimos comparando nuestra vivencia laboral con la de ellos, ignorando las diferencias generacionales (IA, pandemia, tecnología, competitividad laboral, globalización)? ¿Esperamos que se "motiven" sin redes de apoyo?

Desde la psicología sabemos que el desempleo y la inestabilidad impactan en el bienestar emocional. La falta de oportunidades laborales genera ansiedad, sentimientos de inutilidad, frustración y baja autoestima. También puede dificultar decisiones clave tales como estudiar, independizarse o formar una familia.

Necesitamos políticas públicas que vayan más allá de ofrecer empleos temporales o mal pagados. La juventud requiere acceso a espacios dignos de trabajo y a la atención a su salud mental. Pensar en su desarrollo integral no es un lujo: es una inversión en el tejido social del país.

No podemos seguir pensando el futuro sin incluir a quienes ya lo están habitando.

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