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Un México violento
Porque nos la quitaron
“Yo (compro libros) porque siento que los necesito y pienso ‘para mis ratos libres’, aunque después ya no me acuerde por la escuela u otras cosas”, cuenta María Fernanda, quien es estudiante de 20 años y que asiste a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) desde hace cinco.
¿Quién no lo ha hecho? ¿Quién no ha sido culpable de este delito? ¿Quién no se ha llenado de culpa gracias a los tantos libros que suben como escalera cada año?
Entre las más de 800 mil personas que se reúnen cada año en la FIL, existen quienes, como María Fernanda, compran libros aunque tengan unos más, nuevos, apilados en la mesa de su recámara.
“Tengo aproximadamente cinco libros sin leer. Cada FIL mi tope para comprar son 10 libros, aunque casi siempre llego a ocho. Esta vez ya llevo cinco”, platica Paloma de 24 años.
Tsundoku es la palabra que usan en Japón para nombrar la acción de comprar libros, a pesar de tener más por leer o varios empezados y que siguen ahí. Esto, según el psicólogo Javier Amezquita, está relacionado a la oniomanía o Trastorno del Comprador Compulsivo (TCC); esto es la compra persistente, inaguantable y que sucede de manera repetitiva, lo que genera una sensación placentera y reductora de malestar. Este trastorno se relaciona, a su vez, con el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). El TOC está asociado con conductas repetitivas o compulsiones, en este caso, comprar libros.
“Antes leía muchísimo más de lo que leo actualmente, entonces no quiero perder ese hábito. Siento que (tener los libros) es una presión que tengo para leerlos y no dejar de hacer lo que me gusta”, explica María Fernanda sobre la costumbre de comprar cada año libros sin haber acabado los del año pasado o antepasado.
Pero para Paloma, más que comprar libros compra conocimiento “porque después lo voy a necesitar, aunque los libros que compro son de literatura. Siempre creo que voy a tener tiempo de leerlos pero en realidad nunca tengo tiempo. Casi siempre leo en el camión o en la noche o cuando tengo tiempo de leer estoy muy cansada y prefiero dormir”, lo que sucede en muchas ocasiones para quienes no pueden seguir con el hábito de la lectura.
A pesar de todo, las esperanzas de que la pila de libros disminuya no se apaga. “Sé que los leeré algún día. Pronto”, finalizó Paloma.
Colaboración especial
JJ/I