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Un México violento
Porque nos la quitaron
A 2 días de que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) regresara a la presencialidad, luego de un año complicado derivado de la pandemia por Covid-19, el día de ayer la novelista Margo Glantz recibió la Medalla Carlos Fuentes como reconocimiento a su legado y trayectoria literaria.
A la par que se celebró la inauguración del Salón Literario de la FIL, el presidente de la feria Raúl Padilla hizo entrega de la distinción, otorgada desde 2012 en esta concentración como una muestra que la familia del escritor Carlos Fuentes hace a todos aquellos literatos que han conseguido esa penetración y han logrado mantenerse en los ojos de los lectores por décadas, como es el caso de la hoy galardonada.
Llegando ya a sus 90 años, Margo volvió a cautivar a sus lectores, un público que ha sabido seguir de cerca cada una de las novelas de la capitalina, en las que se ha revelado a todas las expectativas como escritora y con las que ha logrado explicar tópicos tan complejos como la sensualidad, vista desde la propia perspectiva de Glantz.
La novelista sostuvo un diálogo con la también escritora Gabriela Jáuregui, luego de leer un extracto de la novela de Carlos Fuentes Aura, para después leer un análisis de esta, donde brujas y vampiros fueron el eje central, vistos desde la trinchera de la novelista mexicana.
La autora recordó partes de la novela en las que los personajes muestran ciertos aspectos que los asemejan a brujas y vampiros un tanto andróginos que juegan con el tiempo y la identidad.
Señaló que además de Aura hay otras novelas más recientes que revelan la ambigüedad que se ha concretado a partir de la diferencia de sexos y aspectos vampirescos, pero dijo, fue Fuentes quien exploró de manera muy temprana estas posibilidades.
La autora de El rastro (Anagrama, 2002) recordó algunas anécdotas que compartió con Fuentes como las charlas que tenían en un restaurante con miembros del periódico El Espectador o la fiesta en la que despedían al escritor antes de ir a Estados Unidos luego de ser considerado peligroso.
Con el buen humor que la caracteriza, la narradora charló con Jáuregui y reveló parte de sus obsesiones con el erotismo y la apropiación del cuerpo que ha plasmado en algunas de sus novelas.
Reveló que luego de la publicación de Apariciones, un libro en el que el erotismo es un aspecto clave para los personajes y en el que toca el misticismo ligado al cuerpo, le causó cierta crítica y censura en algunos círculos.
Asimismo, recordó su amistad con el escritor panameño, relatando: “Conocí a Carlos Fuentes en 1959, a un año de mi regreso de una estancia de 5 años en París, donde hice mi doctorado en letras. Mis padres tenían un restaurante en la floreciente Zona Rosa, donde se vendían también revistas extranjeras y los libros prohibidos que la Olimpia Press había decidido rescatar; Carlos iba y compraba esas publicaciones”.
jl/I