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¿Cómo nos divorciamos?

En México, por muchas razones y en forma muy significativa, ha disminuido el número de matrimonios y se ha incrementado el número de divorcios de las parejas. Mientras que en el año 2000 hubo 707 mil 422 matrimonios y 52 mil 358 divorcios, en el 2020 hubo 335 mil 563 matrimonios y 92 mil 739 divorcios (y uno puede atribuirlo a que muchas parejas no se casaron ni se divorciaron, por el aislamiento social por la pandemia), pero en el 2021 se conservó la tendencia de disminución e incremento en el número de matrimonios y de divorcios, respectivamente, pues hubo 453 mil 85 y 149 mil 675 divorcios.

El problema es que en la mayoría de las ocasiones los miembros de la pareja terminan la relación confrontados, agrediéndose, lastimándose más, prueba de ello es que en el 2021 el divorcio se llevó a cabo sólo por la vía administrativa en un 10 por ciento de los casos y por la vía judicial en un 90.

Ello es lamentable y generalmente producto del enojo y el resentimiento. Los integrantes de la pareja no se dan cuenta que el pésimo manejo que han hecho y hacen de la conclusión de la relación matrimonial innegablemente daña a su/s queridas/os hijas/os.

Es típico que generen lo que se ha denominado el síndrome de alienación parental (SAP), que consiste en que la madre, el padre o ambos modelen o programen a su/s hijo/s para que rechace/n al otro progenitor. Por ejemplo, la madre le puede decir: “Tu padre es un borracho, mujeriego y ya no nos quiere” y el padre le puede comentar: “No le hagas caso a tu madre, ya ves que está loca”.

Obviamente ello demerita la imagen de uno de los padres o de ambos, lo que contrasta con lo que sus hijos realmente necesitan para su adecuado desarrollo integral. Por ejemplo, una visión positiva de ambos padres, saber y sentir que tienen padres que los aman, les respetan, son dignos de su amor y de su respeto para que entonces ellos puedan desarrollar sus funciones paternas adecuadamente: educar, brindar el sentimiento de seguridad, etc.

No es fácil manejar la frustración y el enojo para las parejas que terminan, pero la salud mental y el bienestar de sus hijos valen la pena para prepararse y practicar lo que hemos denominado un divorcio inteligente en beneficio de los hijos.

Para concretar esta preparación tenemos el curso-taller ¿Cómo llevar un divorcio inteligente en beneficio de los hijos? El cuidar este manejo inteligente te hará sentir mucho mejor, orgullosa/o y con una gran satisfacción personal.

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jl/I