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Propaganda sucia daña las campañas

Las dirigencias nacionales y estatales de los partidos políticos y los candidatos tendrían que ser los primeros en detener las andanadas de lodo que se lanzan unos a otros. Igualmente, encabezando la lista deberían actuar los organismos electorales y las fiscalías de delitos electorales. Es tal la basura que circula en redes sociales y aplicaciones, como X y WhatsApp, que asquea la sarta de inmundas agresiones que se reproducen diario en remolinos de infamias.

¿O es que las dirigencias nacionales de los partidos políticos ignoran lo que está ocurriendo? ¿A poco no conocen a los militantes destacados y candidatos de sus propias filas que promueven la guerra sucia? No actuar para detener tal lodazal los hace cómplices, porque lo toleran o están detrás golpeteando a sus contrincantes con mentiras, descalificaciones, insultos, dizque revelaciones, hashtags sucios, manipulando la información.

La guerra sucia proviene de políticos sucios. El proceso electoral no lo convierten en un ejercicio democrático que garantiza el ejercicio libre, razonado, informado, de la importancia de votar por tal o cual propuesta. Lo vuelven campo de batalla ilegal, un pantano abyecto, sin ninguna regla, sin ningún pudor ético, sin respetar la dignidad de los contrincantes. Sin respeto a la inteligencia de los electores.

¿Cómo votar a favor de propagadores de falsedades y agresiones? La desconfianza ciudadana al conjunto de partidos políticos, a sus liderazgos, a sus falsos discursos, aumenta cuando constata cómo dicen una cosa y hacen o dejan que sucedan otras, como la guerra de estiércol, la propaganda sucia. ¿El abstencionismo tiene ahí parte de sus raíces?

La avalancha de imágenes, audios y textos que pasan de una cuenta a otra muestran a una clase política y a sus seguidores como ambiciosos de poder. Es ruin querer ganar las elecciones al precio que sea, arrojando bazofia o hasta asesinando a los adversarios. Son escasos los argumentos que cuestionan planteamientos, de manera razonada. Las redes sociales son el moderno circo romano electoral del siglo 21. Supuran odios.

La guerra sucia en este proceso electoral del país es atizada por millonarios que contratan empresas del extranjero o del país para destruir a quienes piensan diferente o pertenecen a distinto proyecto político, y lastimarlos en su honor y prestigio. ¿Quiénes son esos mecenas de las injurias? ¿No hay autoridad que los exhiba y les ponga límites? Las campañas electorales las transforman en propaganda basura. En la cañería de la política podrida que brota cada tres años.

Las agresiones en las redes sociales son el preámbulo de la violencia física. Preceden a la violencia criminal. Detener el alud de mensajes violentos es imperativo. Los apologizadores de cualquier bando consideran que su visión política es la única y verdadera, cual dogma de fe de un credo religioso.

Las campañas debieran ser la oportunidad de conocer planteamientos fundamentados, originales, construidos con sabiduría, que ponen por delante el bienestar de los mexicanos.

PD. Escribo a temprana hora del martes, sin que aún se tengan noticias del periodista Jaime Barrera. Su desaparición lastima a la familia y amigos, gremio y sociedad jalisciense. Exigimos que aparezca con vida.

X: @SergioRenedDios

jl/I