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Rompiendo
Ley Telecom
El primer mensaje del ciberdelincuente embozado llegó vía Messenger: “Sergio qué alegría saludarte como estás espero que te encuentres bien”. Lo acompañó con la imagen de una manita saludando. Al referirse al destinatario por su nombre fue implícito que lo conoce y deseaba establecer un vínculo comunicacional. Incluso lo tuteó. El texto es pésimo en su redacción, pero en las redes sociales eso suele no importar. El receptor puede no percatarse o suponer que es normal la ausencia de comas, acentos o signos de interrogación, tal vez por la prisa al momento de escribir; si acaso recordó que el amigo real es académico, por lo cual le llamó la atención que redactara tan mal.
La frase está construida de tal manera que el ladrón digital intentó tocar supuestos afectos al asegurar, obvio que falsamente, que le alegraba saludar a quien lo leía del otro lado en la pantalla de un celular o una computadora. El nombre que usó y suplantó el hampón cibernético es real. Es una persona que existe. Sergio la conoce y es su amigo, al que no ha visto en años, aunque en otras circunstancias pudo bien tratarse de un ex compañero de trabajo o una persona de la que tiene aceptables referencias. En este caso, al añadir el delincuente la fotografía con el rostro, con su presunto rostro, se hizo identificable con una cuenta de Facebook; esto llevó a suponer que, efectivamente, el autor del texto era la persona conocida que decía ser. En sí, buscó generar confianza.
Sin embargo, en Sergio, destinatario del mensaje, brotaron efímeras interrogantes: ¿por qué hasta ahora me busca?, ¿para qué desea retomar la comunicación conmigo tras años de no hacerlo?, ¿recordó de pronto viejos tiempos de convivencia?, ¿necesitará algún apoyo urgente? No obstante, desechó tales inquietudes y, como habitualmente lo hace, devolvió el saludo en similares términos: “Saludos, estimado maestro. Me da gusto saber de ti”.
Al responder, Sergio entreabrió la puerta de su hogar digital. El primer engaño estaba hecho. El ciberdelincuente pasó el primer filtro al suplantar la identidad de su amigo, como se comprobó más tarde. La confianza en las redes sociales es madre de fraudes, extorsiones, estafas. Los hampones saben que el paso inicial es establecer contacto con la posible víctima. A partir de ahí utilizan alguno de los diversos patrones para manipular y robar información y dinero a la víctima.
El ciberdelincuente no actúa solo. Opera en equipo. Los ladrones digitales pueden amenazar vía telefónica, asegurar que lastimarán al destinatario o su familia, amenazar con imponer falsas sanciones económicas, afirmar que conocen a familiares al extraer sus nombres de Facebook, supuestamente enviar desde el extranjero un paquete, etcétera. Buscan imponer plazos, intentan amedrentar, sembrar miedo. Recibir cualquier mensaje exige desconfiar. Instituciones bancarias alertan a sus clientes. Una advierte: “Recuerda que un intento de fraude puede llegar desde cualquier medio: a través de una llamada, un sms, mail, redes sociales, web o hasta por mensajería directo a tu casa”.
El caso que narro es real. Intentaron sin éxito estafarme. Los ciberdelincuentes operan con los números telefónicos +1 (206) 886-0515 y +52 56 4751 6768. Usan la cuenta 048 321 40 95 de BBVA para que se les transfiera el dinero que estafan. Hay que visibilizarlos públicamente. Tengamos cuidado.
X: @SergioRenedDios
jl/I