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El funeral de Charlie Kirk, activista asesinado el pasado 10 de septiembre, se celebra este domingo en el Estadio State Farm de Glendale, Arizona, con la presencia del presidente Donald Trump, su vicepresidente JD Vance y otros altos funcionarios de su Gobierno. El acto, cargado de simbolismo político, busca ensalzar el legado de Kirk como defensor de la libertad de expresión en medio de crecientes críticas por las restricciones a voces disidentes.
Además de Trump, que pronunciará un discurso, intervendrán el vicepresidente Vance; Erika Kirk, viuda del activista y nueva directora ejecutiva de Turning Point, la organización fundada por su esposo; el secretario de Estado, Marco Rubio; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; y Stephen Miller, subjefe de gabinete de la Casa Blanca. Incluso Susie Wiles, influyente jefa de Gabinete de Trump y habitualmente reservada, tiene previsto dedicarle un panegírico.
Las autoridades locales esperan una multitud superior a las 100.000 personas en los alrededores del estadio y de otro recinto vecino, reflejo de la popularidad de Kirk, convertido en mártir, así como del atractivo político de la presencia presidencial.
Kirk, fallecido a los 31 años tras recibir un disparo en el cuello durante un debate en la Universidad Utah Valley, alcanzó notoriedad desde los 18 al fundar Turning Point USA, una organización que promueve entre estudiantes el libre mercado, el gobierno limitado y valores cristianos conservadores.
En sus discursos defendía el creacionismo, el nacionalismo blanco —avalando teorías como la del “gran reemplazo”— y una interpretación radical de la Primera Enmienda. “El discurso de odio no existe legalmente en EE.UU. (…) TODO está protegido por la Primera Enmienda. Mantengamos a EE.UU.”, escribió en X en mayo de 2024.
Su asesinato, presuntamente cometido por Tyler Robinson, un joven de 22 años que según las autoridades se radicalizó “hacia la izquierda”, ha sido interpretado por sectores conservadores como un atentado directo contra la libertad de expresión.
El Gobierno de Trump responsabilizó a los “lunáticos de la izquierda radical” y prometió medidas contra quienes celebren o minimicen la muerte de Kirk. Rubio anunció que el Departamento de Estado revocará visas a extranjeros que festejen el asesinato; Hegseth advirtió sanciones para empleados federales que se burlen del hecho; y Vance instó a denunciar públicamente a quienes difundan mensajes similares.
Al mismo tiempo, se han intensificado las denuncias de censura contra voces críticas. El analista Matthew Dowd fue despedido de MSNBC, la periodista Karen Attiah enfrentó sanciones en The Washington Post y la Universidad de Carolina del Sur suspendió a varios profesores. ABC, por su parte, suspendió indefinidamente el programa de Jimmy Kimmel tras comentarios sobre las acciones republicanas posteriores al asesinato, decisión que se tomó después de presiones de Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones.
Si bien gran parte del oficialismo ha cerrado filas en torno a Trump, algunas figuras republicanas han expresado su preocupación por la deriva hacia la censura. El senador Ted Cruz advirtió que las acciones de Carr son “peligrosas como el infierno” y podrían convertirse en un arma contra los propios conservadores en caso de un cambio de administración.
Otros legisladores como Jerry Moran, senador por Kansas, y Brett Guthrie, congresista por Kentucky, coincidieron en señalar que la manera en que el partido está gestionando el debate sobre la libertad de expresión abre un precedente inquietante.
El funeral de Charlie Kirk, convertido ya en un evento político de gran alcance, no solo marcará el inicio de un proceso de canonización simbólica de su figura, sino también un punto de inflexión en la pugna por definir los límites de la libertad de expresión en Estados Unidos.
GR