Entre las cosas que uno admite, las que uno se esconde a uno mismo y a los demás para mantener la imagen de cierta compostura, en los intersticios de la vida que va pasando con las muchas inclemencias del tiempo, se esconde algo nuestro difícil de descifrar. Indecible.
Quiero decir que es lo real.
Quiero decir que es la raíz.
Pero quizá estoy mintiendo.
Este dilema aterrorizante װprobablemente porque suele pasar justo cuando uno llega a esa edad en la que cree que lo ha descubierto todo, que ya tiene seguras unas pocas cosas en la vida– es la columna vertebral de la última y más reciente novela de la escritora estadounidense Miranda July.
‘A cuatro patas’, como se titula este libro, es una novela que aborda el deseo desde una mirada femenina contemporánea. La protagonista no es, como suelen serlo en las novelas, una joven que descubre el placer y que lo explota; es, en cambio, una mujer madura de 45 años que nunca se ha considerado especialmente contenida o seca. Hasta donde había alcanzado su imaginación, había explorado su sexualidad a través de la extensión de la cama que compartía con su marido.
Es una artista medianamente famosa, y esa fama le ha otorgado varios momentos de gloria que atesora con amor. Su vida familiar también le parece satisfactoria, pero un comentario casual que hace su marido en una cena siembra en ella una discordia: la impresión que tiene su marido y que tienen los demás al mirarla como alguien sedentaria, que no es capaz de cambiar el rumbo establecido de su vida.
Motivada y herida por esta percepción, la mujer decide que emprenderá un viaje en carretera y comienza a abocarse disciplinada a los preparativos.
Pero cuando enciende el coche y comienza la odisea, no logra llegar a más de 30 minutos de distancia. En un pueblo demasiado cercano, se queda en un motel y conoce a un hombre mucho más joven con el que quiere comenzar un romance clandestino.
Como suele suceder con estas cosas, el romance no se concreta como ella deseaba, pero desata en ella una serie de cambios que ponen el resto de su vida de cabeza.
Entre llanto, miedo, desesperación, alivio y luego tristeza, la protagonista de July recorrerá casi a ciegas todo un nuevo espectro de su deseo y de su capacidad de placer sexual.
Mirada desde la segunda mitad, esta novela es, acaso, sobre todo, sobre la vulnerabilidad del deseo, el lugar extremadamente frágil de ponernos en las manos de los otros con todo lo que hemos ido recogiendo en el camino de subida que es la edad. Desnudarse siendo un ser humano normal entre todas las expectativas estéticas que se comparten de manera masiva, instantánea, irreflexiva. Querer. Ser uno mismo con todos los miedos, fetiches y faltas, así quiera o no quiera mirarlas.
En varios episodios del libro, que pueden pasar desapercibidos porque la intensidad de las nuevas experiencias sexuales y románticas de la protagonista tiene un peso enorme, se revela el escenario en el que florecen todas sus dudas de la mediana edad.
Una vida familiar basada en la inconstancia y la inestabilidad, el miedo al abandono y el trauma de la maternidad casi interrumpida por una emergencia perinatal que puso en peligro la vida de su hija y a ella y a su marido en un estado de alerta angustiante, han echado las semillas de la vida que ahora, en el presente extraño y frágil del libro, va a explorar sin importarle nada.
Hay, claro, episodios de gran cursilería y, en aras de plegarse al lenguaje moderno de las juventudes millennials, hay también diálogos mal logrados y resoluciones demasiado fáciles.
Pero en el fondo subyace una idea radical: que la vulnerabilidad en la que nos deja nuestro deseo frente a los ojos es, de hecho, una de las pocas formas en las que podemos amar(nos) en un estado parecido a la totalidad.
‘A cuatro patas’ es editado por Random House.
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