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De ternura absoluta

Dedicada a mis amigos, Luis, Alejandro y Mitzi, que leyeron esto conmigo

 

En una larga e inverosímil –al menos hasta hoy en día– lista en Estados Unidos de los libros prohibidos en bibliotecas escolares de todo el país, esta novela, publicada en inglés por primera vez en 2019, aparece en múltiples escuelas de varios estados. Diría que en demasiados.

Para muchos es un libro “fuerte”, no apto para cualquiera porque habla de manera frontal de temas que deberían mantenerse en silencio. Habla sobre la violencia que infringen las madres que nos aman cuando nos insertan, en contra de su propia voluntad, en un mundo terrible, de la enfermedad, la muerte y el duelo, de la rabia del abuso, las injusticias de la migración en contextos de enorme desigualdad, del abuso de sustancias en las periferias de las grandes ciudades, de la masculinidad y también, inmersa en todas esas cosas, de la ternura, el amor, el placer, la posibilidad de transformarnos dentro de todo eso.

Llegué tarde a ‘En la Tierra somos fugazmente grandiosos’, de Ocean Vuong, pero lo que provocó en mí este libro desgarrado se me quedó grabado el resto de los días en los que cargué y dormí con él. Pensaba en sus frases todo el tiempo, en su gran capacidad de expansión, en la forma en que nos muestra a sus lectores los procesos transformadores de sus afectos.

El libro, en una pulsión transparentemente autobiográfica, es una carta que escribe Perro Pequeño, el protagonista, a su madre, en donde intenta atrapar la dolorosa experiencia de la discriminación racial y del colonialismo histórico desembocado en la guerra de Vietnam. 

La familia de Perro Pequeño llegó desde Saigón asediada por la guerra. 

Y en Estados Unidos las desigualdades hicieron su adolescencia un calvario de abusos, algunos en momentos, de manera desgarradora, impartidos incluso por su madre.

En medio de toda esa tristeza incomprensible para él –era apenas un niño cuando ocurrió todo ese movimiento que le dio forma a su identidad como ser humano– Perro Pequeño está descubriendo también su deseo (expansivo, hermoso, a prueba de todo) y su sexualidad con Trevor, un joven desarraigado y empobrecido, blanco, adicto a la oxicodona.

Y también, Perro Pequeño encuentra, casi de manera accidental, pero definitiva, su relación con la palabra. Ese poder.

Lo que logra Ocean Vuong en este mundo de claroscuros radicales es encontrar una belleza irresistible, insoportable en momentos, dentro de la experiencia humana de la adolescencia y el crecimiento. Incluso en los momentos más duros, más oscuros, encuentra una chispa de lo que hace posible la vida para quienes los sufren. No lo hace como una romantización vacía, ni una superficialidad necesaria para sobrevivirlos.

De hecho, justamente porque los sobrevive, porque después de todo cruza esos umbrales que hacen a Perro Pequeño pertenecerse un poco más a sí mismo, es capaz de verlo con absoluta claridad. Con una trasparencia portentosa. Desnuda. Sin adornos.

Al terminar de leer este libro me preguntaba ¿a quién beneficia la posibilidad de prohibir este libro? ¿Quién querría quitarle a los otros y a las otras la experiencia fundamental de un libro como este?

Quisiera creer que todas las personas en menor o mayor medida hemos pasado por esto. Hemos transformado experiencias dolorosas y confusas en piedras angulares de nuestras identidades, hemos sido capaces de contemplar en esas experiencias terribles también las raíces de la comprensión. La ternura absoluta que hay también en todo ello si somos capaces de verlo.

X: @alecarrillogl

jl/I

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