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Ni perdón ni Ovidio

Furor teutónicus

Una furia despiadada y loca en la batalla. Los acontecimientos del 17 de octubre en Culiacán, Sinaloa, mostraron el tamaño del problema al que se enfrenta el país y este gobierno. Se vio el dominio completo del crimen organizado sobre toda una ciudad.

El operativo Ovidio Guzmán López, hijo de El Chapo, fue precipitado, sin consenso de los mandos superiores y con una deficiente planificación. Además, se desestimó el poder de fuego del Cártel de Sinaloa.

Casus belli

En los años en que se decía que se tenía un presidente con pantalones, cuando los muertos del lado de los civiles aumentaron geométricamente, el presidente Calderón metaforizó: cuando se limpia la casa, el polvo sale por las ventanas, y el polvo se materializó en madres llorosas, en padres con fotografías de sus desaparecidos.

En una entrevista muy relajada, le preguntaron con inocencia al entonces secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, ¿cuántos criminales pertenecen a los cárteles? No sabemos, dijo sorbiendo su café. ¿Cuál es su capacidad bélica? “No sé”, respondió y alargó la mano para tomar una galletita. ¿En qué partes del territorio están emplazados? Señoritas, son organizaciones clandestinas y peligrosas, a ver si entienden eso.

Nihil nobis, sine nobis

Nada sobre nosotros sin nosotros. El presidente llevó ayer al terreno moral el debate sobre la actuación de su gobierno y su gabinete de seguridad en Culiacán.

Argumentó que su decisión de liberar al narcotraficante detenido y haber rendido al Ejército y a su Guardia Nacional ante el poder armado de grupos criminales la consideró como una decisión muy difícil, pero muy humana. Afirmó el titular que la paz, la tranquilidad, no la discordia, no el odio, no la violencia; la hermandad, el amor al prójimo es la filosofía de su gobierno.

Insistió en que no le importa que los conservadores, los autoritarios, quieran que se gobierne de otra manera, ya ellos lo hicieron y no dio resultados, enlutaron a México, convirtieron a México en un cementerio. Esa estrategia de apagar el fuego con el fuego, de combatir la violencia con violencia, nunca más.

Tertio contristat

El tercero que se entristece. La operación para capturar al Chapito Ovidio se hizo por petición del gobierno de Estados Unidos para efectos de extradición. Por eso fue encabezada por agentes de la Fiscalía General apoyados por la DEA con el respaldo táctico de la Guardia Nacional y el Ejército.

El jueves negro de Culiacán marcará la 4T como Ayotzinapa marcó al sexenio de Peña Nieto. La crisis más grave en estos 11 meses sacudió fuertemente a la administración del presidente López Obrador, al grado de que fuentes bien informadas aseguran que el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, le presentó su renuncia, que no le fue aceptada por el presidente.

Nihil novi nisi commune consensu

Nada nuevo sin el consenso de todos. Con la decisión presidencial de replegar y rendir al Ejército, la seguridad de los mexicanos se convirtió en un tema de emergencia nacional, que si no es atendida con seriedad y eficiencia, aun con toda su popularidad, el proyecto de la 4 T se derrumbará.

Hoy el gobierno no quiere usar legítimamente la fuerza que la ley le concede para garantizar el orden y la prevalencia de la certidumbre y la seguridad de la población. Preocupa y hace sentir una gran vulnerabilidad como país.

Para los analistas, lo que urge es atacar sus finanzas, cortarles el suministro de armas, deshacer las empresas de fachada y, lo más urgente, contener la violencia, como etapas indispensables para la pacificación del país.

JJ/I