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Belisario Domínguez: mártir de la democracia

Para los tapatíos, Belisario Domínguez tal vez sólo es una avenida que atraviesa la ciudad. Sin embargo, es obligado recordar que justo ayer se cumplieron 108 años de que fuera asesinado el nativo de Comitán, Chiapas, Belisario Domínguez Palencia, quien realizó sus estudios de medicina en La Sorbona, donde se tituló en 1889. Apasionado de la política, fue presidente de su ciudad natal y, después de una destacada labor en el cargo, fue postulado como candidato suplente a senador. A la muerte del titular el 5 de marzo de 1913 asumió el cargo como representante del estado de Chiapas. 

Testigo de la Decena Trágica y de la llegada de Victoriano Huerta al poder presidencial, desde un principio se distinguió por su combatividad y crítica al usurpador. En el Senado pronunció dos discursos que le valieron la ira del dictador. El 23 de septiembre de 1913 se dirigió a la asamblea con estas palabras: “Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa patria que, confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses”. 

El senador Domínguez instó a que su discurso fuera reproducido para que sea conocido por el pueblo: una impresora, María Hernández Zarco, fue la única que se animó a hacerlo (por esta acción, en 1963 recibió la medalla). Con este y otro discurso pronunciado el 29 de septiembre, así como sus constantes acusaciones al usurpador, le valieron que Huerta diera la orden directa de asesinar al legislador. Quien cumplió la orden fue su yerno, el general Alberto Quiroz, quien le disparó en la cabeza, y luego, lo enterró. 

Con sus acciones y dichos, por enfrentarse con valentía y determinación, por ejercer su derecho a la libre expresión de ideas y de disentir con el poder, por atreverse a desafiar al presidente usurpador y tirano, fue que en 1954 el Senado de la República instauró la medalla de honor que lleva su nombre. La presea Belisario Domínguez se otorga “para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra patria o de la humanidad”. En el dictamen se le nombra “mártir de la democracia”. 

En plena pandemia, el año pasado el personal de salud en su lucha contra la Covid-19 recibió el reconocimiento (aunque, por lo mismo, no se ha entregado). Por tradición el presidente de la República es quien acude al recinto parlamentario como testigo de la entrega de la presea. En 2019 fue para Rosario Ibarra de Piedra y el presidente López Obrador estuvo presente. Este año se reconocerán a Ifigenia Martínez y, post mortem, al doctor Manuel Velasco Suárez. 

El titular del Ejecutivo no acudió ayer a la ceremonia debido a las supuestas amenazas de la senadora Lilly Téllez. Lo curioso del caso es que –en su momento y con la debida proporción guardada– el senador Belisario Domínguez se enfrentó a Huerta, y lo pagó con su vida; en el caso de la senadora Téllez, sólo recibió amenazas, insultos y burlas, todo por expresar que el presidente es un “violador serial de la Constitución”. 

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