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Derechización de la izquierda

Con el vendaval de las recientes iniciativas aprobadas en el Congreso, la 4T –de raigambre izquierdista– parece dar un giro hacia la derecha. A más de seis años de gobierno morenista, la idea de una posible “derechización” de la izquierda mexicana se ha intensificado, al alejarse de los postulados tradicionales de la izquierda, lo que configura un escenario complejo y lleno de matices (“No es lo mismo borracho, que cantinero”).

Si bien es arriesgado afirmar una transformación ideológica monolítica, es posible identificar signos de un pragmatismo y una serie de decisiones que, para muchos, se alinean con agendas históricamente defendidas por la derecha.

Un ejemplo es la férrea política de austeridad fiscal implementada por el gobierno de López Obrador. Esta disciplina, que evita el endeudamiento público y prioriza el superávit primario, contrasta con las demandas históricas de la izquierda en favor de una mayor inversión estatal para apuntalar el crecimiento y ampliar los programas sociales. Aunque se han implementado programas de transferencias directas de gran calado, la contención del gasto en otros sectores clave y la negativa a una reforma fiscal que grave las grandes fortunas son vistas como medidas conservadoras.

La creación de la Guardia Nacional y el protagonismo de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública y la construcción de obras de infraestructura emblemáticas son los puntos más álgidos del debate. La izquierda ha abogado por la desmilitarización y el fortalecimiento de las policías civiles. La estrategia actual, que perpetúa y profundiza tendencias de gobiernos conservadores anteriores, es criticada por organizaciones de derechos humanos e intelectuales de izquierda, quienes advierten sobre los riesgos para las libertades civiles.

La política energética ha sido uno de los pilares del discurso de la 4T, con el fortalecimiento de las empresas estatales (Pemex y CFE). Sin embargo, el énfasis en los combustibles fósiles y la reticencia a una transición energética hacia las renovables va a contracorriente de las agendas de la izquierda global, que lucha contra el cambio climático.

La relación del gobierno con las élites económicas ha sido ambivalente. Aunque el discurso presidencial ha sido crítico con ciertos sectores del empresariado (“mafia del poder”), también mantiene una comunicación fluida y acuerdos estratégicos con los empresarios. Esta convivencia pragmática se ve como una concesión a los poderes fácticos que la izquierda tradicionalmente confrontaba.

Esta posible “derechización” no es del todo consciente: responde a un gobierno pragmático que, en su afán de mantener la gobernabilidad y conservar el poder, ha adoptado políticas alejadas de la ortodoxia de izquierda. La 4T se define como seguidor del “humanismo mexicano” (lo que ello signifique), concepto que, en teoría trasciende las etiquetas de izquierda y derecha.

Aunque el gobierno de la 4T ha implementado políticas sociales de izquierda, la discusión sobre si la izquierda mexicana se está “derechizando” permanece abierta, reflejando la complejidad y las contradicciones de un movimiento que, una vez en el poder, se ha visto obligado a navegar las turbulentas aguas de la realidad política y económica de México.

X: @Ismaelortizbarb

jl/I