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Surrealismo político

Cuando el padre del surrealismo, André Bretón, visitó nuestro país en 1938 concluyó: “No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”. Y qué mejor muestra que algunas ocurrencias que se han suscitado en la reciente vida política nacional. En principio, la lógica se invierte cuando quienes más promueven la revocación de mandato del presidente López Obrador (AMLO)… es él mismo y los miembros de su partido, cuando se supone que dicho mecanismo de democracia directa es un recurso de los ciudadanos inconformes con el desempeño de un gobernante.

Los argumentos vertidos con insistencia por parte de opositores políticos mesurados y comentaristas sensatos es que el presidente debe terminar su mandato de seis años para el que fue elegido, si acaso se le ha pedido que cambie algunas de las acciones de gobierno absurdas y obsesivas. Sólo algunos activistas desorientados han pedido que se vaya, sin pensar en las consecuencias de una renuncia ilusoria.

Además, está la condición, producto del síndrome de la Reina Roja (Alicia en el país de las maravillas) –quien resuelve sus conflictos y obstáculos con una orden expedita: “Que le corte la cabeza”– del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna cuando, con el principio porfirista “Mátalos en caliente” o el villista “Fusílenlo, después averiguamos”, demandó penalmente a los consejeros electorales del Instituto Nacional Electoral (INE) –y que el mismo presidente pidió retirar– o al pedir la renuncia tanto de Lorenzo Córdova, presidente del INE, como de Ciro Murayama.

También está la insistencia de los miembros y simpatizantes de Morena en referirse a la revocación de mandato como “ratificación de mandato” (en el fondo es como realmente ven este ejercicio democrático) añorando no haberlo tenido en sexenios anteriores para remover a presidentes priistas o panistas. Tanto así, que el INE, a denuncia promovida por los partidos Acción Nacional, Movimiento Ciudadano y de la Revolución Democrática contra las organizaciones Que Siga la Democracia y Que Siga el Presidente, les exigió abstenerse de “difundir propaganda o realizar actividades en las que se haga referencia a un proceso de ‘RATIFICACIÓN’”.

Por otro lado, contra toda lógica, se insiste en mantener a dos personas en la nómina de Palacio Nacional: por un lado, está la profesora Delfina Gómez Álvarez, titular de la Secretaría de Educación Pública, que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) la encontró culpable de haber retenido indebidamente, durante tres años, 10 por ciento del salario de trabajadores municipales cuando ella era presidente municipal de Texcoco.

Igual con la empecinada defensa –como en su tiempo lo hizo con el “toro sin cerca”, Félix Salgado Macedonio– de AMLO del presunto acosador propuesto como embajador en Panamá, Pedro Salmerón Sanginés, argumentando que “no existe denuncia formal”, cuando en 2017 ocho mujeres militantes de Morena lo denunciaron por acoso sexual y en 2019, alumnas del ITAM hicieron lo propio, institución que al parecer confirmó dichas acciones.

Los ataques al INE no son presupuestales ni de pesos y centavos, sino producto de una porfía contra las instituciones autónomas y un encono personal contra quienes truncaron la candidatura de dos posibles gobernadores. En fin, que lo propio del gobierno obradorista no es el pensamiento lógico y racional, sino producto de la insensibilidad, la incongruencia, la obsesión y el desvarío, propias de la cosmología surreal de la 4T.

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JB