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Las madres buscadoras, desprotegidas

Autores de feminicidios y desapariciones están detrás de las amenazas y los asesinatos de madres buscadoras. Son los generadores de violencia contra las indefensas mujeres que buscan al hijo o al hermano que fue desaparecido, o al criminal que arrebató la vida a la hija. Los agresores privan de la libertad a un familiar, para luego volverlo ilocalizable, y después irse contra quienes lo buscan y demandan justicia. Los victimarios asesinan a mamás y hermanas desarmadas, vulnerables, sin protección oficial. Víctimas no sólo de los criminales, sino de un Estado mexicano incapaz, abollado, que no garantiza la vida de nadie.

Suman cinco por lo menos las madres y hermanas buscadoras asesinadas en el país solo este año. Las cinco se convirtieron en tenaces activistas tras la desaparición o asesinato de una hija, un hijo, un hermano; que ante las omisiones, complicidades e ineficiencia de las fiscalías debieron investigar; hacer el trabajo que corresponde a las autoridades. Las cinco mujeres pertenecían a un colectivo de familias con desaparecidos.

En Jalisco y el resto del país, buscar a los desaparecidos es arriesgarse a ser desaparecida o asesinada, a soportar amenazas y no hallar apoyos. Lo escribo en femenino: ellas son mayoría, encabezan las búsquedas, ponen su corazón y todo su cuerpo para recuperar a quienes les arrebataron; las que se refieren con voz amorosa a sus tesoros; las dadoras de vida que rechazan la muerte de sus hijos, esposos o hermanos. Ellas, las que luchan, viajan, escarban, reclaman, sufren, organizan, acompañan, lloran. Ellas son las valientes.

El más reciente asesinato de una madre buscadora ocurrió el 6 de noviembre en Abasolo, Guanajuato. Ahí acribillaron a María del Carmen Vázquez, quien buscaba a su hijo Osmar Zúñiga Vázquez, desaparecido el 14 de junio en la misma población. Ella era integrante del colectivo Personas desaparecidas de Pénjamo. María del Carmen es la quinta buscadora asesinada solamente en Guanajuato en los últimos tres años, informó la Unión de Búsqueda del Bajío. Al abrir la puerta de su finca la asesinaron a tiros en el estado más violento del país.

Brenda Jazmín Beltrán, del colectivo Guerreras Buscadoras de Cajeme, apareció muerta en julio en Ciudad Obregón, Sonora. Tenía casi cuatro años de buscar a su hermano Luis Heraldo, secuestrado en diciembre de 2018 en Bácum, un pueblo sonorense del Valle del Yaqui.

Rosario Lilián Rodríguez fue secuestrada y asesinada el 30 de agosto en La Cruz de Elota, Sinaloa. Pertenecía al colectivo Madres Rastreadoras de Sinaloa. Su hijo Fernando, secuestrado en octubre de 2019. Rosario no contaba con protección, pese a que recibió amenazas. Los agresores intentaron secuestrar a otro hijo.

Blanca Esmeralda Gallardo fue victimada a tiros cuando esperaba un autobús en la carretera México-Puebla, en la capital poblana, el 4 de octubre de este año. Buscaba a su hija Betzabé Alvarado, de 22 años, desaparecida el 13 de enero de 2021 con su amiga Fabiola Narváez Rojas, de 24. Hay dos detenidos y vinculados a proceso. La joven no aparece.

Ana Luisa Garduño, de 51 años, representaba a la Asociación de Víctimas y Ofendidos del Estado de Morelos. Estudió derecho y se tituló en 2021 para conseguir justicia. Fue asesinada a tiros en Temixco, Morelos, el 28 de enero de 2022, en su negocio. Buscaba a Eduardo Villalobos, ex novio de Ana Karen Huicochea, victimada en diciembre de 2012. El feminicida huyó luego de supuestas omisiones de las autoridades. Ana organizó el colectivo Ana Karen Vive, AC.

Los autores de desapariciones, materiales e intelectuales, autoerigidos en jueces sentencian y sancionan a quienes investigan, difunden o cavan aquí y allá en busca de víctimas. En México es de alto riesgo exigir justicia. ¿Qué valentía pueden tener quienes siegan la vida de mujeres vulnerables? Si existe el infierno, ¿habrá un lugar esperando a los asesinos?

Twitter@SergioRenedDios

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