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Vengándose en los impuestos
Y el sarampión avanza
El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) usó por primera vez la palabra corcholata para referirse a sus precandidatos a la Presidencia de la República en elecciones de 2024 el pasado 5 de junio de 2021. En esa ocasión mencionó a Sheinbaum, Ebrard, De la Fuente, Moctezuma, Clouthier y Nahle. Posteriormente se decantaron por los dos primeros y se agregaron Adán Augusto López y Ricardo Monreal; finalmente, se sumaron Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco (aun sin ser de Morena, sino del PT y el PVEM, respectivamente).
Después de esa aciaga fecha los nominados –que seguían en sus cargos– se dedicaron a viajar por el país los fines de semana con cualquier pretexto para promocionarse en los estados. Antes de iniciar las campañas (pues lo son) y de que definieran las reglas, al menos siete gobernadores de Morena (Guerrero, Colima, Oaxaca, Tamaulipas, Quintana Roo, Campeche y Veracruz) externaron su apoyo a la que aparenta ser la preferida de AMLO, Claudia Sheimbaun.
La contienda por la búsqueda de la candidatura de Morena, de acuerdo con las encuestas publicadas hasta ahora, aseguraría que –en quien recaiga el privilegio– seguro llegará a la Presidencia (además de la falta de opciones competitivas de la oposición). A pesar de eliminar los debates y el compromiso de no atacarse, las patadas por debajo de la mesa estarán a la orden de día. Las redes sociales darán cuenta de estas pugnas soterradas y muchos esqueletos saldrán de los closets de las corcholatas.
Cuando se quiere cambiar algo, el resultado es incierto. AMLO, gran elector, trata de cambiar un ritual (el destape) que, si bien no desapareció sí cesó su eficiencia, en especial a partir de la candidatura de Colosio. Al tratar de inaugurar una nueva fórmula, el presidente jamás pensó que perdería el control (por aquello de verse imposibilitado a controlar las voluntades e iniciativas de las corcholatas) de la sucesión. Es posible afirmar que la eficiencia del destape (marca registrada del priismo) ha estado vacilante por al menos seis sexenios. Cuando AMLO alude al tapadismo tradicional, en realidad está rememorando un proceso del siglo 20. Además, está trastocando la disposición legal para construir la candidatura presidencial de su movimiento.
De acuerdo con la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, las precampañas “darán inicio en la tercera semana de noviembre del año previo al de la elección”; sin embargo, en Morena ya dieron inicio el pasado lunes, no importa cómo le digan. Según Morena, no se elegirá a su precandidato, sino a un “coordinador de la Defensa de la Transformación” –que luego sí será el candidato presidencial– en las denominadas “asambleas informativas” (mítines, en realidad). ¿A quién se pretende engañar? ¿Al pueblo bueno y sabio? Si el pueblo sabio acepta que su presidente se pase las leyes por el arco del triunfo entonces no es tan sabio.
Paralelo a las actividades de las corcholatas, ya se empiezan a mover las piezas en todas las esferas, entidades y órdenes políticos del país, o sea el llamado chapulineo; esto es, la divertida acción de buscar una candidatura sin antes haber concluido el período de gobierno para el que fueron elegidos. La desbandada para la búsqueda de candidaturas será el deporte de moda en estos días.
Todo esto ha puesto en frenesí el ambiente político en el país, pero, sí servirá, será para evadir la realidad lacerante que agobia a México en varios asuntos: en seguridad pública, educación, salud, y que los medios cubran las campañas.
Exabrupto: como se esperaba, la SCJN declaró inconstitucional el plan B: nueve votos contra dos.
Twitter: @ismaelortizbarb
jl/I