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Los López amparándose
Porque nos la quitaron
El escritor sinaloense Elmer Mendoza ha participado en distintos eventos de la Feria Internacional del Libro Guadalajara. Es famoso por sus novelas negras y su visión sobre la narcoliteratura. Tiene de dónde inspirarse: radica en Culiacán, ciudad envuelta en la violencia. En una de sus conferencias, hace años, como especialista en el tema compartió cómo el narcotráfico construyó una cultura que se adentró en todos los rincones. Contaminó pensamientos, emociones, costumbres y espíritu de la sociedad mexicana. Hasta consolidarse.
Esa filtración puede comprobarse mediante la observación de numerosos indicadores. Siguiendo la idea de Elmer, es notorio cómo esa narcocultura (o narcosubcultura) impregna no solamente el cine, los corridos o la arquitectura y generó creencias pseudoreligiosas, sino que influye en la vestimenta, lenguaje, periodismo, política, corrupción, economía, moral, machismo, adicciones y hasta en estrategias de guerra, en una larga lista. Lo permitieron las autoridades con medidas absurdas, tibias o cómplices, la deificación del dinero sucio y la promoción de valores oscuros. En la sociedad mexicana está asentada una visión que legitima y normaliza los actos criminales de los grupos delictivos.
Profesores y profesoras de educación básica pueden testimoniar cómo niños, niñas y adolescentes piensan en convertirse en sicarios, traer su cuerno de chivo, fajos de billetes y trokas, o ser la amante de algún líder criminal que pague viajes, operaciones quirúrgicas, joyas, mansiones y protección. Perdimos hace décadas el rumbo como nación. En el país operan redes criminales metidas en los negocios y la política. Circulan miles de millones de dólares lavados; trabajan miles de mexicanos en las distintas fases de la operación del crimen organizado; cientos de miles han sido asesinados, heridos o desaparecidos en las disputas por el mercado de las drogas, la trata de personas, el robo de vehículos, la producción de químicos, las extorsiones y numerosos delitos. Las instituciones del Estado fallaron: los tres poderes, las iglesias, las familias, los grupos empresariales… Todos. Acabamos sumidos en un mar de sangre, dolor y luto. Espectadores y víctimas del odio y el desprecio a la vida.
Lo que ocurrió el fin de semana en el Auditorio Telmex de la Universidad de Guadalajara es una muestra más de cómo la cultura delictiva está metida hasta la médula en la sociedad mexicana. Gente joven y adulta aplaudió los narcocorridos, y festejó el homenaje al líder del cártel más sanguinario de México. Lo consideran un modelo a imitar. No fue un mero gusto; es su estilo de vida. ¿Que esa organización ha asesinado, desaparecido, mutilado, arrojado a fosas clandestinas y cometido diversos delitos? No importa. Lo que observamos en los videos fue una apología de la violencia, la destrucción de mentes y almas. Fue otra falta de respeto a los victimados y desaparecidos, a las madres que los siguen buscando. El festejo ocurre a días de la monstruosidad del Rancho Izaguirre, de Teuchitlán.
La presidenta Claudia Sheinbaum anunció una iniciativa para regular en espacios públicos la música regional. Reaccionó el gobernador Pablo Lemus criticando lo ocurrido en el auditorio. La UdeG anunció que tomará medidas. La Fiscalía del Estado investiga y Zapopan sanciona. Lo deseable es que las autoridades no se queden en los síntomas, que vayan a las causas.
X: @SergioRenedDios
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