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La crisis coreana

(Foto: AP)

El Pacífico asiático, particularmente la región del este de Asia –China, Japón y las Coreas–, ha cobrado especial relevancia en las últimas décadas entre interesados en los asuntos internacionales.

No sólo porque la zona es una de las de mayor dinamismo y crecimiento económico en el mundo, sino porque en ella coexisten países con sistemas políticos, modelos económicos y culturas diversas que profundizan vertiginosamente su integración.

Sin embargo, a la par del incremento en los niveles de interdependencia entre estos países, las latentes rivalidades históricas, las disputas territoriales, así como las diferencias políticas, económicas y religiosas, suponen importantes retos para la estabilidad y la paz regional e incluso mundial. No es de extrañar entonces, que reconocidos analistas de la política internacional vean en la región un suelo fértil para el conflicto.

En este orden de ideas, el devenir de la península coreana ha sido uno de los principales focos de atención. Aún más, la comunidad internacional a través de organizaciones internacionales (como la ONU) y de foros multilaterales (como la reciente reunión trilateral entre ministros del exterior de China, Japón y Corea del Sur, en Tokio) ha dedicado importantes esfuerzos tanto al mantenimiento de relaciones intercoreanas estables, como a la normalización de las interacciones entre Corea del Norte y las demás naciones. Lo anterior, no obstante, ha resultado una empresa complicada que, contrario a lo esperado, se ha dificultado con el transcurrir de los años y, sobre todo, con la llegada a escena de Kim Jong-un, sucesor de Kim Jong-il.

La Guerra de Corea (1950-1953), una de las llamadas guerras calientes ocurridas durante la Guerra Fría, en la que participaron las dos superpotencias (Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) además de la China de Mao Zedong, confirmó la división del territorio coreano que se venía gestando, desde la capitulación de Japón en la Segunda Guerra Mundial, en torno a dos ideologías contrarias, dos visiones en pugna, con derroteros dispares.

Corea del Sur, con apoyo estadounidense, emprendió un camino capitalista del que emergió como uno de los cuatro tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur y Taiwán son los tres tigres restantes), como se conoce a las economías de la región que alcanzaron el milagro económico entre 1960 y 1990 –esto es, altas tasas de crecimiento económico sostenido con mejoras sustanciales en la calidad de vida–.

Entre tanto, Corea del Norte, apoyada por la URSS, optó por la senda comunista. Su desarrollo, dependiente del acontecer del bloque socialista, se vio mermado por las dificultades que enfrentaba la Unión Soviética y, sobre todo, por la llegada al poder de Gorbachov y su “nuevo pensamiento político” que, con otros factores, se tradujo en el colapso de la URSS.

Desde entonces, el futuro del régimen norcoreano es objeto de debate. Para buena parte de los analistas, el sombrío panorama reflejado en el derrumbe de otros regímenes comunistas, el desmejoramiento en los estándares de vida de su población, y el incremento de las capacidades de poder de naciones consideradas como amenaza, obligarían a Pionyang a emprender reformas parecidas a las que tenían lugar en los estados comunistas del este europeo, y más reciente, en China y Vietnam. El acercamiento a la comunidad internacional parecía entonces impostergable. Sin embargo, no fue así. Con el avanzar de los gobiernos de Kim Il-sung y de Kim Jong-il se fue consolidando, pese a algunos intentos, la postura aislacionista, revisionista y hostil del régimen.

Empero, a comienzos de 2012 una sensación de optimismo recorrió a la comunidad internacional. La llegada al poder de Kim Jong-un fue vista como una oportunidad sin precedentes para el inicio de las reformas que demandaba la precaria situación del país. El optimismo se fundamentó en la juventud del nuevo líder (33 años hoy) y en su experiencia de vida en el exterior (educado en Suiza).

No obstante, en poco tiempo el optimismo se extinguió. Kim dejó en claro no sólo que continuaría la postura de sus antecesores, sino que iría más allá. Clave, en este sentido, ha sido su decisión de mantener y ampliar el programa nuclear norcoreano. Esto ha devenido en una preocupación permanente en el sistema internacional, que ha ido en aumento en los últimos años con las pruebas nucleares acaecidas en 2013 y 2016; aunque ha alcanzado su punto álgido entre el 24 de agosto y el 5 de septiembre pasados, con los lanzamientos de misiles balísticos hacia el mar de Japón.

Ahora bien, la práctica obedece a una dinámica que se ha mantenido desde tiempos de Kim Jong-il, pero se ha intensificado con su sucesor. Las pruebas nucleares suelen ser respuesta a las sanciones impuestas por la comunidad internacional, a los ejercicios militares conjuntos entre Washington y Seúl, y a cambios en los términos de su alianza de seguridad, así como al cambio de gobierno en países clave de la región. Posteriormente se regresa a una relativa calma. Sin embargo, esta ocasión puede ser diferente.

Pekín, uno de los pocos aliados de Pionyang, se ha mostrado preocupado por las acciones norcoreanas y ha apoyado la condena internacional. Aún más, Estados Unidos y Corea del Sur han decidido desplazar un sistema de misiles antibalístico móvil a territorio surcoreano, alarmando a Pionyang; pero también a Tokio y a Pekín por las disputas que mantienen con Seúl.

Lo anterior puede ejercer una mayor presión en el régimen norcoreano para bien (impulsar reformas) o para mal (que la verborrea de Kim se materialice en acciones lamentables); pero además la postura de Estados Unidos y Corea del Sur complica las relaciones entre los principales actores. Todo ello genera espirales de tensión que pueden devenir en un enfrentamiento armado.

En conclusión, el desenvolvimiento de la crisis parece delinear tres escenarios. El más alarmante, la posibilidad de una confrontación militar. El más probable, el mantenimiento del status quo. El deseable, el inicio de una era de reformas en Corea del Norte.

Ciudades más pobladas

  • Pionyang 3’270,582
  • Hamhung 586,337
  • Namp’o 471,075
  • Hungnam 362,970
  • Kaesong 354,810
  • Wonsan 342,852
  • Ch’ongjin 330,208

 

Profesor del Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del ITESO

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