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Sin sitio para descansar

La guerra es una tragedia vigente hasta nuestros días. Sin embargo, de alguna manera nos la hemos ingeniado para narrarla de tal forma que el mundo parece convertido en un gran campo de batalla entre el bien y el mal. Los buenos, por lo regular siempre triunfantes, los malos, como ejemplo de la vileza humana. El maniqueísmo moral en turno como principio de organización de lo humano.

Sí hay maldad en el mundo. Y bondad también. Pero la tragedia está ahí para iluminar el gran sentido de las vidas humanas, sin huellas, a veces sin rostros.

La guerra se vive en el campo de batalla y en nuestra vida cotidiana. Desde nuestro interior, desde nuestra disposición para combatir a quienes creemos son nuestros enemigos. Vestimos el uniforme militar de la sonrisa, de la conversación casual mientras vemos al otro avanzar hacia nuestro espacio vital.

Francois Frenkel nació en Polonia, estudió en París y su amor a las letras y los libros la llevó a instalar una librería francesa en Berlín. Su librería creció poco a poco, la cultura francesa y la alemana, las dos grandes, imperiales y egoístas culturas que definieron la historia de la civilización occidental, encontraron un espacio de convivencia e intercambio de ideas.

Los vientos de la guerra también pasaron por su librerería y en 1939 se exilió en París. Atrás quedaron los libros de su librería y la posibilidad frustrada de un espacio de unión por medio de la palabra impresa.

A partir de ahí, a Francoise Frenkel, la librera, le esperaba la vida del perseguido, de la indeseable, la culpable, la otra, la judía. Los espacios se cerraron. Su propia existencia de fugitiva, sin más, entre lágrimas, piojos e incomodidades de todo tipo, se convirtió en una amenaza para el Reich alemán y el estado francés colaboracionista.

Francoise Frenkel conoció el sentido de la tragedia, conoció a esos “muchachos, en realidad personas apacibles” descubriendo “el poder de cazar a unos seres humanos indefensos” solo para disfrutar de una tarea de “severidad inaudita y brutal”.

En su libro está la guerra, la de los soldados, las armas y el fuego, pero también la del “sadismo oculto que debe de haber en todo hombre”, en espera de la oportunidad de salir.   

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JJ/I