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Menstruar

Hace algunos días, cuando me dirigía a mi casa, en la Calzada volví a ver a una mujer en situación de calle que tenía ya algunas semanas sin encontrarme.

Delgada, con el cabello prácticamente rapado, escribiendo con gises en el asfalto. Cuando la vi pensé en las dificultades particulares que las mujeres en esta condición tienen que enfrentar al vivir en las calles. Y pensé en automático en que una de ellas era gestionar su menstruación.

Asearse, comprar productos menstruales, tener acceso a baños, a agua limpia, a ropa, a medicamentos… todo eso suena a una utopía cuando hablamos de mujeres en condiciones vulnerables.

Tengo 42 años. De estos, cerca de 27 los he pasado menstruando. Si hacemos cuentas, en todo este tiempo he tenido, al menos, 300 menstruaciones; en días, serían unos mil 500 aproximadamente. Y, pese a todos estos años, aún sigo aprendiendo.

Más de la mitad de la población mundial menstruó, menstrua o menstruará en algún momento de su existencia. Y aunque somos más de la mitad de quienes habitamos el planeta, este tema sigue siendo complicado, sigue causando escándalo, sigue molestando, sigue tratándose a escondidas e incluso hasta sigue causando rechazo en automático con el simple hecho de mencionarlo.

Hasta hace dos años, quienes compramos productos menstruales en México pagábamos el impuesto al valor agregado. Fue en 2022 cuando se determinó una tasa cero a la venta de productos de gestión menstrual –toallas, tampones y copas menstruales–, por lo que quedó eliminado el 16 por ciento de IVA.

Reconozco, además, mi privilegio: supe del tema desde antes de que en la escuela lo abordáramos como parte del programa de sexto grado, siempre tuve (y tengo) acceso a lugares adecuados para el aseo, a productos menstruales, a ropa que me hace sentir cómoda, a información, a atención médica…

Porque hay niñas, mujeres y personas menstruantes que difícilmente pueden tener a la mano todo eso a la vez. La encuesta Fluye con Seguridad, hecha entre alumnas de prepas y centros universitarios de la UdeG, arrojó la falta de condiciones en los espacios universitarios para una correcta gestión menstrual.

Pero pasa en las oficinas, en los lugares de ocio, en los espacios públicos que no están pensados para que esta mitad de la población tenga un mejor entorno para transitar su menstruación, y no nos damos cuenta hasta que los necesitamos o lo comentamos con otras personas.

En 2022, el Unicef, la empresa Essity y la colectiva Menstruación Digna México presentaron la primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual, que señalaba que 20 por ciento de quienes menstrúan que estudian o trabajan no cuentan con la infraestructura necesaria para la gestión menstrual en escuelas, oficinas u hogares.

Si no podemos siquiera ser conscientes de esas necesidades, ¿cómo podemos avanzar a espacios más equitativos, seguros y justos? ¿Cuántas niñas dejan de ir a la escuela cuando menstrúan porque no tienen acceso a productos de higiene o en su escuela no hay agua? ¿Cuántas mujeres tienen menstruaciones tan dolorosas que no pueden seguir sus actividades, y su entorno no reconoce esa necesidad de atención? ¿En qué condiciones menstrúan las mujeres que viven en las calles o en las cárceles?

Todo esto muchas lo vivimos además en medio de burlas, ignorancia y comentarios desagradables e inapropiados.

Durante 35 o 40 años.

Cada mes.

X: @perlavelasco

jl/I