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Normalizar

Te vas a convertir en pescado, me contó mi mamá que, alguna vez de adolescente, le dijeron a ella que les pasaba a aquellas mujeres que se metían a bañar cuando menstruaban. A mí, adolescente entonces, me causó mucha impresión que las personas creyeran eso hace, ahora, medio siglo o poco más.

Traigo esta breve anécdota porque el 28 de mayo es el Día de la Salud Menstrual, establecido para hacer conciencia y hablar sobre las dificultades que se enfrentan sobre un comportamiento biológico que prácticamente más de la mitad de la población del mundo tiene, tendrá o tuvo en algún momento de su vida.

Y esos mitos han variado a lo largo de las épocas y son diferentes en cada país e incluso según las religiones o creencias. Por ejemplo, el mito aún muy arraigado de que, si varias mujeres conviven durante mucho tiempo, sus ciclos y, por consecuencia su menstruación, se sincronizarán.

Pero lo que sí es un hecho es que, casi sin excepción, hemos crecido con la vergüenza y el temor a nuestra menstruación. Esconderse para tomar una toalla de nuestra mochila, pedir en secreto a alguna amiga que nos preste un tampón, no poder platicar en casa sobre otras alternativas como las copas o los calzones menstruales, tomar furtivamente un paquetito de toallitas de los estantes de la farmacia o el supermercado. Todavía en algunos comercios, si compras algún producto de higiene menstrual, te lo ponen en una bolsa oscura para que nadie lo vea.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) dice que, en México, siete de cada 10 mujeres y personas menstruantes adolescentes cuentan con poca o nula información cuando tienen su primera menstruación. La primera Encuesta sobre Gestión Menstrual señala que nueve de cada 10 personas consideran indispensable implementar diferentes tipos de iniciativas para garantizar una gestión menstrual digna.

Entre estas necesidades están aumentar la disponibilidad de recursos públicos para garantizar el acceso a productos de gestión menstrual acorde con las necesidades y contexto de cada cual, implementar iniciativas de educación menstrual con información libre de tabúes y que existan los permisos menstruales.

¿Quiénes de nosotras no han tenido ganas de pedir permiso para un día o dos no ir al trabajo o a la escuela, sin ser juzgadas por ello? Porque es incómodo estar en ciertas posiciones, porque en la oficina o la secundaria no hay espacios adecuados para asearse, porque hay, sobre todo, niñas y adolescentes que no tienen acceso a artículos de higiene menstrual y les es complicado hasta salir de casa, si es que en casa hubiese mejores condiciones.

Cuando fui creciendo me di cuenta de que menstruar de forma sana es una cuestión de privilegio. Tener a la mano información adecuada y veraz; gozar de agua potable y servicios sanitarios; poder comprar toallas, copas, tampones, compresas, ropa interior; acudir a servicios de salud de ser necesario… todo ello que parece tan normal para muchas de nosotras, no lo es para todas las personas que menstrúan.

¿Pensamos alguna vez en quienes viven en la calle o que migran o viven en lugares empobrecidos? ¿Cómo menstrúan ellas? ¿Qué necesidades tienen, cómo las solventan, qué deben hacer para sostener algo que durará entre un tercio y la mitad de su vida?

Menstruar es diferente para cada una.

Y hay que hablarlo.

X: @perlavelasco

jl/I