INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Todos pierden 

La cultura popular refleja lo peculiar que es la biodiversidad en Australia. Por su singularidad, es fácil nombrar al menos una especie animal única de este país: koalas, canguros, ornitorrincos o dingos. Al ser una región aislada de las presiones evolutivas de los grandes continentes, su frágil equilibrio ecológico es tema recurrente tanto en ficciones como en noticias.  

Las especies invasoras son un dolor de cabeza para los australianos, pues al haber pocos depredadores endémicos –el dingo, perseguido por atacar el ganado y hasta culpado del asesinato de un bebé, es uno de ellos– especies extranjeras encuentran las condiciones idóneas para expandirse rápidamente a costa de los animales nativos.  

El gobierno nacional ha implementado diversas medidas, algunas muy controversiales, para controlar estas invasiones: desde introducir otras especies para combatir plagas hasta liberar virus que en teoría acabarían con los intrusos. En 2015, se anunció un plan de matar más de dos millones de gatos que cazan cientos de millones de aves y reptiles al año. Australia es un auténtico laboratorio ecológico.  

Los negacionistas del impacto ambiental de la actividad humana pocas veces recuerdan lo delicado que es un ecosistema como el australiano, en el que viajeros con o sin dolo han introducido especies externas que provocan catástrofes. Es una prueba fehaciente del impacto a gran escala que tienen los humanos en entornos naturales. 

Pero hay un escenario en el que todas las especies, invasoras y endémicas, pierden. Ésa es la historia actual, porque hoy arden los bosques australianos con una furia nunca vista y consigo se han llevado más de mil millones de reptiles, aves y mamíferos. Algunos expertos predicen que es posible que esto signifique la extinción de plantas y animales amenazados.  

Los científicos apuntan a que el aumento de la temperatura y la disminución de precipitaciones son los principales sospechosos en el agravamiento de esta temporada de incendios. El cambio climático ya produjo escenarios tan apocalípticos como tornados de fuego, bomberos que sacrifican su vida, animales quemados llorando de dolor y la majestuosidad de un santuario como Isla Canguro con un tercio de su superficie hecha cenizas. 

A estas alturas, cualquier político, representante parlamentario o líder social tiene la obligación de priorizar una agenda encaminada a enfrentar la emergencia climática a la que nos enfrentamos. Lo que pasa en Australia es sólo el comienzo de un relato en el que todos los humanos, tarde o temprano, vamos a perder. 

[email protected] 

jl/I