INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La dimensión social de las empresas

Llevamos un tiempo reflexionando en este espacio sobre cómo el mundo lleva más de una década en un proceso de transición entre un conjunto de modelos socioeconómicos que han dominado desde el final de la Segunda Guerra Mundial y un nuevo paradigma del que se alcanzan a adivinar algunos rasgos, pero todavía no termina de definirse. 

¿Qué detona la necesidad de cambio? La creciente complejidad de un mundo más integrado, la falta de lineamientos para garantizar una repartición más equitativa de la riqueza, la aceleración exponencial de la tecnología y la carencia de incentivos para usar los recursos del planeta de forma más responsable a largo plazo. 

Todas las estructuras e instituciones humanas están en un proceso de reinvención para encontrar su lugar en este nuevo paradigma en formación. 

Uno de estos actores en franca metamorfosis es la empresa y particularmente la gran compañía multinacional. Lo que una gran empresa hace o decide hoy deja una huella importante en la creación de empleos, el flujo de personas entre países, la diferencia de ingresos entre un perfil de habilidades y otro, la adopción más o menos rápida de una tecnología y el impacto humano en un ecosistema. 

El tamaño de esa huella obliga a las grandes empresas a una mayor responsabilidad como actor social. Ya no se puede dar el lujo de concentrarse únicamente en maximizar el beneficio para sus accionistas, tiene que cumplir un papel más grande. 

Es esta responsabilidad la que llevó al Consejo Coordinador Empresarial, liderado por Carlos Salazar Lomelín, a presentar ayer los 10 principios de la Dimensión Social de las Empresas. 

Tuve oportunidad de asistir al evento de presentación de este decálogo en el Museo Kaluz en la Ciudad de México, invitado por Odracir Barquera, buen amigo y director de planeación del CCE. Fue un encuentro con muy buen nivel de convocatoria con empresarios de la talla de Carlos Slim, Daniel Servitje, Blanca Treviño y Antonio del Valle; lo que dio la sensación de cohesión del conjunto del sector empresarial mexicano. 

El evento tuvo una agenda ágil y muy bien pensada. Arrancó el historiador Javier Garciadiego haciendo un recuento de las tres grandes transformaciones de México (Independencia, Reforma y Revolución) y cerrando con los retos a los que se enfrenta la ambiciosa cuarta transformación. Continuó Claudia Jáñez, presidente del Consejo Ejecutivo de Empresas Globales conectando la realidad de México con el panorama de las empresas a nivel internacional. Siguió Fátima Álvarez, cofundadora de la empresa social Someone Somewhere que trabaja con artesanas de los cinco estados más pobres del país, quien dio un impactante testimonio de lo que puede lograr un grupo de emprendedores que tienen la responsabilidad social en el ADN de su modelo de negocio. 

Finalmente, Carlos Salazar cerró con la presentación del decálogo de principios entre los que se encuentran viejos retos por conquistar como la creación de empleos formales, las obligaciones fiscales, la competitividad, el desarrollo de comunidades, y la inclusión y diversidad. 

Tres principios me parecieron particularmente poderosos en el contexto de la metamorfosis de modelo socioeconómico actual. Primero, el fortalecimiento de cadenas productivas, aceitando bien los flujos financieros, tecnológicos y de conocimiento entre las grandes empresas y las Pymes que les dan soporte. Segundo, la implementación más seria de modelos de negocio sustentables como la economía circular. Tercero, insertar a las empresas en la era digital y eso significa apostar en serio por generar conocimiento y tecnología propia en el ámbito de la inteligencia artificial. 

Felicito al CCE por esta declaración de principios que no sólo constituye una respuesta al llamado de la cuarta transformación del gobierno actual, sino que va más allá y reta a la 4T a mejorarse a sí misma para realmente conseguir el cambio que promete. 

Twitter: @ortegarance 

jl/I