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De Attucks a Floyd 

La policía en este país no hace distinción entre un Pantera Negra o un abogado negro o mi hermano o yo 

James Baldwin, ‘A Rap on Race’ 

 

El 5 de marzo de 1770 ocurrió un enfrentamiento entre colonos norteamericanos y soldados ingleses que ahora se conoce como la masacre de Boston. Desde principios de ese año las disputas entre ambos bandos reflejaban las tensiones entre los bostonianos y los soldados británicos: los primeros por negarse a pagar impuestos considerados injustos y los segundos, tratando de obligarlos. 

También, los conflictos entre colonos “patriotas” y “leales a la Corona” eran frecuentes y, claro, los “casacas rojas” británicos intervenían a favor de los segundos. En ese aciago día de marzo un solitario soldado resguardaba una oficina de aduanas y algunos colonos decidieron provocarlo. Lo insultaron, le lanzaron bolas de nieve, hielo y rocas. Otros soldados acudieron en su apoyo y más colonos se sumaron a la refriega. 

Entre los colonos revoltosos se encontraba Crispus Attucks, hijo de un esclavo africano y una india natick. Los “casacas rojas” repelieron la agresión y detonaron sus armas. Cinco colonos murieron en la confrontación, entre ellos, Crispus, ahora considerado como el primer mártir de la independencia de EUA. De entonces a la fecha, varios mártires se han acumulado en la lucha contra la esclavitud y la pugna por la igualdad racial en el país del norte. 

En días pasados, en medio de la pandemia del Covid-19, donde han dado positivo un millón 852 mil 561 y han muerto 107 mil 191 personas, la policía de Minneapolis asesinó a George Floyd por un billete supuestamente falso, lo que originó una serie de protestas a lo largo y ancho de ese país y deja al descubierto un problema de xenofobia y polarización racial latente en esa sociedad en pleno siglo 21. 

El abogado defensor de los soldados involucrado en la masacre de Boston fue nada menos que quien sería el segundo presidente de EUA, John Adams, que en su defensa argumentó que con sus acciones la turba implicada amenazaba no sólo a la guardia británica, sino al orden social de la colonia, lo que justificaba su acción. Curiosamente, fueron los mismos argumentos esgrimidos por el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, ante una “situación excepcional” y “muy tensa”, pues los agentes fueron rodeados “con violencia” por parte de los manifestantes. 

Lo peor fue la respuesta del presidente Donald Trump, quien en lugar de moderar su discurso y exhortar a la concordia, amenazó con movilizar al Ejército para controlar los disturbios, aunque de inmediato fue rechazado por el Pentágono. Además, dijo ser el presidente de la “ley y orden”, lema usado por la policía; esto indignó aún más a los protestantes. No hay duda que estos desplantes de Trump de seguro amenazan seriamente su reelección en los próximos comicios presidenciales. 

Mientras eso ocurre en EUA, en México circulan en las redes dos hechos similares: uno ocurrido en Tijuana en marzo pasado donde un policía privó de la vida con su bota al cuello a un detenido; el otro ocurrió en Ixtlahuacán de los Membrillos, donde un joven murió a manos de la policía por supuestamente no usar cubrebocas. Sin embargo, aquí es muy difícil que se organicen protestas en contra la brutalidad policiaca o se enjuicie a los policías involucrados. 

Por cierto, el epígrafe lo tomé de una conversación de más de siete horas entre la antropóloga Margaret Mead y el poeta afroamericano James Baldwin, realizada en 1970 –200 años después del asesinato de Attucks–, donde discutieron el tema de raza y sociedad (A Rap on Race). 

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jl/I