INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La percepción ciudadana del gobierno

Durante las últimas semanas hemos observado una modificación en la percepción ciudadana que se tiene respecto de la gestión de la actual administración federal. Se trata de un esquema de ajustes y equilibrios en relación con las expectativas de alto nivel con las que inició el gobierno federal. El acento de la percepción se colocó en tres terrenos en los que los resultados de la gestión aún no logran consolidar ni un modelo claro ni un mantenimiento de niveles aceptables. Se trata, en primer término, de la gestión de la pandemia del coronavirus y, asociado con este tema, la economía y, en tercer lugar, la seguridad ciudadana. 

En la perspectiva del presidente, los resultados de las encuestas de percepción ciudadana han estado sesgadas por intereses oscuros; las señaló como “cuchareadas”, a pesar de que siguen en niveles favorablemente altos. 

En los resultados de las encuestas de percepción ciudadana realizadas en agosto se notan unos cambios contrastantes con las tendencias del primer año y medio de gestión. El caso de las casas que mostraron la tendencia más alta de aprobación fueron Parametría y El País, que delimitaron entre 65 y 61 por ciento de aprobación. Por su parte, los indicadores más bajos fueron reportados por Reforma y GEA-ISA, con 56 y 43, respectivamente. Los descensos de niveles contrastan con un indicador que se había mantenido en muy bajos niveles como lo es la desaprobación de la gestión de la administración. En los datos reportados por GEA-ISA, Reforma y El Financiero, los indicadores son 47, 41 y 40 por ciento. 

Se observa que en los efectos que generan los nebulosos esquemas de contención del Covid-19, que ya aproxima al país a alrededor de 700 mil casos acumulados y más de 73 mil muertes, el resultado es que cuando se estableció el primer bosquejo de manejo de contención de la pandemia, frente a lo inédito del evento, dejó en una excelente situación al equipo de manejo que mostraba, en el arranque, una dimensión técnica razonable y un portavoz con buena presencia y credibilidad. 

La excesiva politización y la intrusión presidencial denostando y sometiendo al equipo técnico en una clara línea de ampliación de la narrativa presidencial, en detrimento de un seguimiento organizado y estructurado, han terminado por generar, si no un clima de confusión, por lo menos uno de escepticismo ciudadano. 

La economía, por su parte, tuvo un manejo desestructurado y sin una línea clara de desarrollo. Las únicas directrices se asentaron en las líneas asistenciales del presidente que no enfocaban ninguno de los efectos de la desaceleración de la economía que sufrió, como en el mundo, serios y agudos problemas de estabilización. La proyección de la economía se vio dirigida a dos aspectos, la firma del TMEC y la proyección de los planes de la refinería Dos Bocas y el tren maya, ninguno con conexión con el trance epidémico y con perspectiva de atención para el país. 

En relación con la percepción de inseguridad, las tasas se mantienen en los mismos niveles que durante las administraciones precedentes, con algunos picos al alza durante los primeros 14 meses de la administración. 

En el caso de la percepción de aprobación de la gestión de la administración federal, no se trata de estructuras mal diseñadas o casas con propósitos desestabilizantes. Valdría la pena poner en el contexto la imposibilidad de generar resultados que fueran ampliamente favorables, como la intención de la obtención de firmas, un millón 800 mil, para la consulta del enjuiciamiento a ex presidentes y la rifa organizada por la Lotería Nacional promovida por la Presidencia. En ninguno de los dos casos se logró tener el resultado esperado y ahí la responsabilidad de operación recayó absolutamente en el gobierno. Convendría diseñar, finalmente, las estrategias y políticas que la ciudadanía, a dos años, sigue esperando. 

[email protected]

jl/I