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Los Cienfuegos de Estados Unidos

Hace unos meses que no veo la patrulla del sheriff de una pequeña ciudad del norte de Texas estacionada en una casa cerca del barrio donde vivo. 

Durante tres años vi el vehículo blanquiazul, quizá dos veces por semana, parado sospechosamente afuera de una casa de fachada gris y ventanas cubiertas con aluminio. 

Una vivienda de un solo piso que fue remodelada repentinamente y conecta con otra casa donde los dueños instalaron un asador grande y un equipo de juegos para niños, aunque nunca he visto a niños jugar. 

La casa está en una esquina, y antes de que llegaran los nuevos vecinos dos luminarias funcionaban a la perfección. Luego ya no. En la oscuridad de la noche, grupos de hombres esperan en autos afuera hasta bien entrada la madrugada. 

Mi sospecha es que en ese lugar fabrican drogas sintéticas, que los hombres que van y vienen son distribuidores y que el sheriff que vi durante muchísimos meses estacionado ahí era corrompido. 

La corrupción existe en México y existe en Estados Unidos, el país donde más se consumen drogas en el mundo y, por lo tanto, donde más quedan las ganancias. 

Es poco frecuente que la prensa estadounidense investigue la complicidad de los agentes y funcionarios de su nación. La mayoría de los medios reproduce que son los mexicanos o los colombianos los que siembran, fabrican, trafican y negocian con otros hispanos en su país. Así, solos. Sus agentes y funcionarios, casi siempre, son los personajes que solo persiguen y hacen justicia. Impolutos. 

Entre algunas excepciones están la periodista Ginger Thompson, en tiempos más recientes, y el periodista Gary Webb en los años 90. 

Thompson escribió en su reportaje “Anatomía de una masacre” sobre una operación de la Agencia Antidrogas (DEA) que desató el exterminio de decenas de personas en Allende, Coahuila. Y en otra investigación mostró cómo un operativo de la DEA jugó un papel oculto en la desaparición de cinco mexicanos inocentes. La agencia sabía por qué las víctimas habían sido secuestradas en 2010 por Los Zetas en un Holiday Inn en México, pero no hizo nada para investigar o ayudar. 

La DEA inició sus operaciones en 1973 con unos mil 500 agentes y ahora suma unos 5 mil, de acuerdo con los datos que compila Drug Policy. El costo de su operación anual se ha multiplicado 30 veces en más de 40 años. “A pesar de que su presupuesto operativo ha aumentado y ha enviado un flujo constante de personas a la cárcel, aumentando la violencia y la inestabilidad en el país y en el extranjero, el suministro de drogas que ingresan a los Estados Unidos nunca ha disminuido significativamente”, critica la organización. 

Otro periodista es el Pulitzer Gary Webb, quien evidenció las conexiones de la CIA con el tráfico trasnacional de crack como parte de una operación para abastecer de dinero y armas a su dependencia. Hollywood llevó su historia al cine con Kill the Messenger. 

El periodista escribió el libro Dark Alliance: The CIA, The Contras, and the Crack Cocaine Explosion. Y a partir de documentos desclasificados, cintas de audio y video encubiertas por la DEA –que nunca se habían hecho públicas–, testimonios en tribunales federales y entrevistas, escribió que Estados Unidos permitió que se movieran cantidades masivas de drogas y funcionarios se llenaran los bolsillos de dinero. 

Cuando las alianzas entre medios eran extrañas, The New York Times, The Washington Post y Los Angeles Times escribieron artículos criticando la historia, decían que Webb exageraba. Webb fue expulsado del Mercury News, fue acosado durante mucho tiempo y en diciembre de 2004 se suicidó. Pero dejó una semilla y muchas preguntas que siguen sin responderse. 

¿Quiénes son los Genaro García Luna y los Salvador Cienfuegos estadounidenses? 

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jl/I