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12 minutos que duelen toda una vida

El cine es un medio privilegiado para el conocimiento de la condición humana. Gracias al arte cinematográfico conocemos las honduras interiores de las personas como el dolor, las esperanzas, los amores y los miedos. 

El cine, como la literatura, nos enseña el misterio de la vida humana y su complejidad. Así, se da expresión fílmica al fenómeno del dolor humano en todas sus formas, pues junto con el amor, la verdad y el bien, es una de esas dimensiones de la existencia humana. 

Esta exploración del dolor a través del cine desarrolla nuestra capacidad de compasión. Es el caso del cortometraje que se exhibe en la plataforma Netflix con un título que cimbra emocionalmente Si algo me pasa, los quiero. 

Es una pequeña joya cinematográfica escrita y dirigida por Michael Govier y Will McCormack con una animación de Youngran Nho. 

Es un cortometraje con un mensaje esperanzador, un recuerdo de que, detrás de las masacres en las escuelas, hay seres humanos de carne y hueso que sufren pérdidas irreparables por la estupidez de que los niños tengan acceso a algún arma. 

El corto está en blanco y negro para simbolizar el dolor de la familia, y contrasta con los destellos de color que aparecen cuando se recuerdan tiempos felices. 

Nominada al premio Oscar en la categoría de mejor cortometraje animado, articula el doloroso vacío emocional entre dos personas que no se saben expresar después de la tragedia de perder a su hija de 10 años, en un tiroteo en su escuela. 

Con la belleza de lo sencillo, es un corto que aborda la pérdida de un ser querido y cómo cada persona atraviesa el proceso de duelo de manera individual. La película nos mete en la piel de dos padres angustiados y experimentamos con ellos el luto, el dolor y la soledad. 

La historia inicia con una pareja comiendo en un silencio lleno de desesperanza. Una animación en la que discuten a través de sus sombras, que nos va revelando que hay alguien que falta en casa, y un uso de grises, el color con el que vemos el mundo mientras atravesamos un momento de dolor, logrando transmitirnos el dolor de los protagonistas. 

Por casualidad, se enciende el tocadiscos y la canción de 1950 de King Princess comienza a sonar. Ese sonido familiar atrae a los padres, que comienzan a recordar a su hija de 10 años. Vemos como todo era futbol y felicidad hasta que un día va al colegio y no regresa más. No hay escenas de violencia. Solo el sonido de las balas. 

Tras la pérdida de su hija, la pareja comienza a vivir una separación que no esperaba, las palabras se acaban, la comunicación se anula y no hay ya manera de expresar los sentimientos que la muerte de la niña ha generado en ellos. El padre se aleja de su esposa mientras ella intenta buscar respuestas a lo sucedido para poder aliviar su dolor. 

La vida les cambia y la pareja vive entre los recuerdos y la sombra de su hija. Los recuerdos con ella son la luz en su camino, y es a través de los recuerdos que el matrimonio encuentra la fortaleza para estar unidos y sanar el dolor que el suceso generó en sus vidas. 

Sin duda, es una película para crear consciencia, sobre lo que pasa en los colegios norteamericanos y puede pasar en nuestra sociedad mexicana. Si algo me pasa, los quiero es una reflexión cruda pero conmovedora sobre la pérdida y la unión familiar. 

El cine como herramienta de pedagogía universal ante el sufrimiento nos ayuda a ser compasivos y atentos con las infinitas modulaciones del dolor de nuestros semejantes. 

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jl/I