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La paz como fin último

La mayoría de los candidatos a puestos de elección popular del Área Metropolitana de Guadalajara han enfocado sus propuestas de seguridad en temas de cantidad. Incrementar el número de policías, de patrullas, de armas, de cámaras. Usar drones y pulsos de vida. 

Las propuestas en materia preventiva han sido poco ambiciosas en general, pues prevalece el enfoque reactivo represivo por sobre una estrategia integral de largo plazo verdaderamente coordinada. La seguridad, lejos de ser un botín en los mensajes electorales, debería haber sido una prioridad de consenso en las campañas como lo fueron los compromisos demagogos con los niños con cáncer, por ejemplo. 

En ese sentido, el aspecto preventivo se quedó en algunos mecanismos que ya han empezado a implementarse y que han tenido resultados favorables, como la recuperación de espacios públicos. Pero también en ese aspecto se quedaron en los números, enfocándose en recuperar muchos parques, unidades deportivas, áreas verdes. 

Más aún. Aunque la mayoría de los candidatos reconoció la seguridad como una de las prioridades más importantes a atender en el AMG, todos fallaron en comprometerse en una estrategia integral coordinada con objetivos y planes de largo plazo, pues también prevalece el enfoque electorero trienal. Es comprensible que los candidatos busquen diferenciarse con propuestas de campaña vistosas y populacheras que atraigan a un segmento específico del electorado para sumar puntos porcentuales a sus preferencias. Y es ahí donde todos perdemos, porque en un tema que debería significar unidad, hay división, ocurrencias, improvisaciones, declaraciones sin sustento, datos engañosos de lo que cada uno hizo o dejó de hacer. 

La perspectiva es hacia el futuro y quienquiera que gane en cada uno de los municipios y distritos electorales debería estar comprometido con una verdadera estrategia única que ponga fin a la violencia y el crimen desbordados. Para empezar, los candidatos oficialistas se niegan a aceptar que estamos tan mal como estamos por adherirse a la narrativa del gobierno de que “hemos reducido significativamente los índices delictivos”, atribuyéndose la disminución por completo sin reconocer cómo el confinamiento por la pandemia fue crucial para esas estadísticas. 

Se necesita un diagnóstico honesto que reconozca los logros verdaderamente atribuibles a las instituciones y sus todavía notorias deficiencias en múltiples aspectos. 

El hubiera es inútil. No sirve de nada decir “ojalá que hubieran construido un proceso electoral basado en buscar una opción viable para llevarnos a la paz”. Más bien es algo que podría exigirse por parte de la sociedad para un subsiguiente ejercicio electoral. Lamentablemente, es previsible que la espiral de crímenes en los próximos tres años, lejos de disminuir, continuará creciendo luego de una pausa pandémica, especialmente en la delincuencia común. Y por tanto, necesitaremos que los políticos de nuestra ciudad y de nuestro estado evolucionen hacia una manera sin precedentes de hacer campañas basada en el compromiso, antes que en la descalificación. 

Como sociedad, tendremos que presionar para que aquellos que resulten elegidos mediante el voto se comprometan a adoptar soluciones verdaderamente metropolitanas, más allá de una Policía Metropolitana que solo existe en el papel y un sistema de Escudo Urbano C5 que apenas existe con una reducida cantidad de cámaras y una todavía más reducida capacidad de monitoreo y de seguimiento. Necesitamos que los nuevos funcionarios se especialicen en una visión de paz para que todas sus decisiones estén dirigidas a ese fin último. 

Twitter: @levario_j

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