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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
La crisis humanitaria que atraviesa el país tiene expresiones de horror en las desapariciones. Son más de 115 mil los desaparecidos por la ola de violencia. Ya no es solo un problema de seguridad pública. Es mucho más que eso. Ahora padecemos un punto de quiebre del espíritu de México. Algo está tronando en nuestro interior como personas, familias, instituciones y nación. Lo que es afuera, es adentro, y al revés. Hay quienes, la mayoría, no lo perciben; hay quienes lo padecen. Cuando espacios de una nación alojan terror, impunidad y dolor, el rumbo se está perdiendo.
La fractura espiritual del país, de los valores individuales y sociales, avanza por un lado, mientras por otro transcurren las campañas electorales. Los candidatos de los partidos continúan enfrascados en su lucha por el poder, ajenos a la crisis o mirándola de soslayo. Porque una de las características del proselitismo electoral es que la mayoría de sus promotores jamás se han ocupado de las desapariciones. No están en su agenda. Si acaso tienen referencias, conocen algunos casos o testimonios.
Buena parte de los candidatos son del sector mexicano apático, insensible, acrítico, temeroso, egoísta, sedado ante el dolor ajeno, que prefiere no erguirse y actuar ante las tempestades de la violencia. Que van tras la comodidad de una curul, una protegida oficina, el resguardo de una institución o un cargo.
Tenemos candidatos y candidatas que, de última hora, aparentan conocer y estar interesados en las desapariciones. Su historial personal comprueba que les resultan ajenas las madres buscadoras y los colectivos que pala y pico en mano hurgan en la tierra en busca de cuerpos. Los escasos aspirantes que han planteado propuestas, falta que las cumplan.
El aparato burocrático del gobierno federal, desde la Presidencia de la República, y la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, sigue sin entender que no ha entendido, y recién golpeteó con saña y arrogancia a una de las madres buscadoras más activas del país, a Ceci Flores, además del desdén mostrado a numerosas demandas de familias con desaparecidos. Fue otro ejemplo más del truene espiritual: cuando las razones políticas están por encima de las humanitarias. Las madres buscadoras merecen respeto y apoyo. Son el sostén de la entereza y dignidad nacional frente a la crisis del alma mexicana.
Hallaremos candidatos que han sido funcionarios en los poderes Ejecutivo, Legislativo o Judicial, sin que las desapariciones los conmovieran. Sin embargo, en las campañas hacen uso político del sufrimiento de las familias con personas desaparecidas. Buscan votos, no disminuir la pesadilla de las víctimas directas e indirectas; quieren aparecer como solidarios cuando nulo o escaso esfuerzo han hecho por respaldar las demandas de quienes son amenazadas, asesinadas, desairadas o dejadas solas por las diferentes autoridades. ¿Cuántos candidatos han tolerado o avalado desapariciones?
Que de pronto aparezcan candidatos que abordan en sus discursos cómo dicen que resolverán las desapariciones, cuando anteriormente no han hecho gran cosa, los hace sospechosos de mentir. De que continuarán sin hacer poco o nada, justificándose una vez instalados en el poder. Deseo estar equivocado.
X: @SergioRenedDios
jl/I