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Una otredad: lo bello en lo distinto

Quiero comenzar esta colaboración sumándome al frenesí que durante el último año y tres meses ha sacudido a la ciudad de Guadalajara, que abrió charlas entre cinéfilos y no tanto, que nos agitó de alegría a todos por igual y que nos recordó que la fantasía, muchas veces, es nuestro mejor escape de la realidad opaca y compleja en nuestro país: el frenesí por Guillermo del Toro y sus monstruos.

Para los entusiastas a su cine no fue sorpresa que el 4 de marzo de 2018, subiera dos veces a por la estatuilla dorada y así, dar un salto que le permitió a un género de cine que no suele entrar en las deliberaciones de los premios más mediáticos, abrirse paso en la escena de la cinematografía mundial, casi siempre reservada para el drama y las películas de arte, pero lo más importante, impulsar a Guillermo a un lugar quasi heroico, creando una leyenda propia de esta occidental ciudad.

Y en ese momento, del Toro, con su sonrisa de niño y su personalidad siempre afable, comenzó un camino de encumbramiento en el consciente colectivo de la capital jalisciense que han puesto al realizador en la mira de una sociedad ávida de íconos de carne y hueso, uno que es como todos nosotros, pero que no se parece a nadie.

Con el impulso de su éxito, se materializó en un proyecto que llevó más de 11 meses de preparación y la generosidad del realizador para que podamos entrar a su casa, rodearnos de sus fuentes de inspiración, comprender su proceso creativo, conocer a fondo sus gustos y sobre todo, acompañarlo a reconocer la belleza en las fronteras de lo grotesco, de lo otro, de eso que hace que sus personajes, los diferentes, los apartados, los que no son normales, provoquen en los aficionados a su cine, el camino a comprender que es en las fronteras, en los bordes del mundo, donde se anidan con más fuerza los sentimientos, esos que la brutalidad de la realidad empuja a diario únicamente a la imaginación y que en la fantasía, nos ayuda a reafirmar nuestra condición humana.

En casa con mis monstruos, con más de 900 piezas de su colección personal, es la última parada de la exposición de Guillermo del Toro y de forma poética, sólo podía ser en su barrio, en su nueva casa: el Musa, que en sus pasillos, desvela los secretos que lo han llevado a ser el cineasta más importante del género fantástico actualmente y que se complementa con un ciclo de cine fantástico en el amado Cineforo, de las obras que lo han inspirado y que han hecho volar su implacable imaginación.

Ahí, en esos extraordinarios rincones del centro de la ciudad, podremos también abrir nuestra mente a lo otro, eso que encuentra la belleza en lo monstruoso.

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JJ/I