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Chis, chis

Nunca quise ser la ficha roja, ni girar el dado y no me llamó la atención la ficha verde. Parchis era una basura. Eso pensaba desde mi incipiente gusto por Mötley Crüe, Iron Maiden y Kiss a mis 10 años. Hay quienes crecimos diferente y qué bueno.

Vi Parchis. El documental y no sentí nada, no se me removieron recuerdos, sólo me acordé que en la época del boom de los grupos infantiles hubo en Guadalajara una estación llamada Radio Fantasía, que aprovechaba el momento para programar la música infantil y juvenil, toda generada desde las mentes maestras de las compañías discográficas. El documental me confirmó que la disqueras diseñaron un producto para un mercado, música de poca calidad para acompañar la infancia de los niños y los instintos de los padres.

El documental de Parchis es sólo la nata del complejo mecanismo de la industria musical. Le falta profundidad, pero sólo en la exhibición somera de la superficie relata cómo los padres se desentendían de sus hijos, las disqueras abusaban sistemáticamente de ellos, el dinero generado no tenía un destino claro, las disqueras hicieron un sistema donde las ganancias del éxito comercial eran no opacas, sino espesamente oscuras, seguramente evadían impuestos y un tema que pasa de filón: se repartió dinero a manos llenas para que el producto funcionara, se daba dinero en efectivo o relojes caros. Todo comenzó en España, con un sello discográfico pequeño que se hizo gigante, sistematizaron la corrupción y la exportaron a Latinoamérica.

Los años 80 fueron las vacas gordas de los productos musicales diseñados, de la música basura, de los concursos de talentos de donde salían nuevos especímenes para alimentar un insaciable mercado donde abundaban, como se menciona el documental de Parchis, fiestas donde “había de todo”, oportunistas, empresarios ambiciosos, televisiones y radios corruptas que se despacharon con la cuchara grande de talentos se llegaban frescos, se masticaban y se escupían a la basura.

La serie Vinyl (2016) (disponible en formatos físicos), producida por el cineasta Martin Scorsese y Mick Jagger, mostraba todas esas malas prácticas que iniciaron en Estados Unidos en el boom del pop en los 60. No por nada generó polémica, levantó ámpulas y sólo tuvo una temporada.

Al día de hoy sobreviven muchas de esas malas prácticas, esas intenciones de inflar proyectos para vender un producto, pero todo empezó con Parchis en Iberoamérica. De eso pueden presumir. Hay quienes lloran con esta pieza, por nostalgia, quizá, no por haber sido timados, engañados y usados, por el salvaje mundo de la industria musical. Parchis chis, chis era una basura.

@tuamigofranco

da/i